Pese a los avisos de lluvia, la Semana Santa no podía empezar mejor para el turismo. El hecho de que las vacaciones se celebren en abril y no en marzo (cuanto más tarde, más ganas de viajar) ha favorecido un aumento de las reservas de alojamiento para estos días. Buenas previsiones para uno de los principales sectores económicos del país. Los empresarios afirman que las reservas han aumentado el 10% respecto a la Semana Santa del año pasado (y faltan por sumar las de última hora, un hábito de compra muy extendido, cuyo destino final dependerá mucho de las previsiones meteorológicas) y que la ocupación media será del 75%. Este año, además, habrá más turistas que alarguen sus vacaciones más allá de los estrictamente festivos, con lo que se espera que gasten más en destino. Siendo estas unas vacaciones principalmente de turismo nacional, eso significa también que el consumo interno crece. Hablamos, pues, de unas buenas previsiones para las economías española y aragonesa. No obstante, el turismo sigue afrontando dos grandes desafíos. Uno de ellos es reforzar la oferta de calidad (y huir del modelo de bajo coste). El otro es combatir la precariedad en el empleo. Como es habitual, la ocupación crecerá estos días, en su gran mayoría por los contratos temporales. La estacionalidad propia del sector turístico, sin embargo, no debe servir de justificación de unas peores condiciones laborales.