Desde la perspectiva conservadora siempre se diferenció entra los buenos y los malos pobres según "quisieran ser útiles a la sociedad trabajando, o pretendan vivir del Estado aprovechándose injustamente de sus servicios y prestaciones". Para la derecha, la exclusión social siempre se debe a factores individuales, sean los relacionados con la discapacidad o simplemente con debilidades morales alimentadas por distintos vicios. Son por tanto sospechosos de fraude a los que hay que vigilar atentamente. La acusación es siempre ideológica porque nunca se dan datos concretos, pero de esta manera se construye una sospecha generalizada hacia los más desfavorecidos y se prepara el terreno para justificar los recortes de prestaciones como el I.A.I. Naturalmente se niegan o ignoran las indudables causas estructurales, sociales, que generan pobreza y marginación. Pero la realidad, como en el siglo XIX, desmiente esta tesis. Basta mirar las cifras de desempleo y de pobreza para entender que no se puede justificar que vivamos con tanto presunto aprovechado. Los defraudadores pertenecen a otras clases sociales. Por eso, muchos trabajadores sociales firmamos en contra de la reforma que pretenden hacer del programa de rentas mínimas recortando de la prestación a la que tenían derecho los más necesitados. Y por eso en la próxima cita electoral hay que defender con el voto las políticas sociales contrarias a las del PP. No se deje engañar: todas las políticas no son iguales.

Profesor de universidad