Las viejas formas de hacer política siguen pasando factura al PSOE. Si no, que se lo pregunten a los nueve barones territoriales que, tan pronto como Alfredo Pérez Rubalcaba anunció que tiraba la toalla como secretario general, se pusieron a los pies de quien intuían que tomaría el mando del partido: la andaluza Susana Díaz. Puesto que a toda prisa le rindieron pleitesía haciendo pública ostentación de la misma, ahora que la presidenta de la Junta de Andalucía se ha echado atrás es de justicia publicar de nuevo sus nombres: Ximo Puig (Comunitat Valenciana); Tomás Gómez (Comunidad de Madrid); Javier Lambán (Aragón), Rafael González Tovar (Murcia), Eva Díaz Tezanos (Cantabria), Roberto Jiménez (Navarra), José Fernández Vaquero (Castilla-La Mancha), César Luena (La Rioja) y José Miguel Pérez (Canarias). Enhorabuena a todos ellos. Es obvio que los empujones entre los cofrades socialistas para ser el primero en entronizar a Díaz obedecían a la convicción generalizada de que, con el 25% de la militancia bajo su férreo control, el congreso extraordinario del PSOE sería un paseo militar para la lideresa andaluza. Ponerse pronto a sus órdenes, pues, era el mejor modo de sacar la mejor propina llegado el reparto de cargos. Pero fallaron los cálculos. Resulta que Díaz estaba dispuesta a competir por el liderazgo del PSOE... siempre que no tuviera competencia. Pero Madina aguantó el envite, y Díaz ha renunciado a refrendar con la militancia ese liderazgo. Qué buenos vasallos si tuvieran buen señor. Periodista