Hace algún tiempo que no leo al norteamericano Michael Connelly, uno de los mejores exponentes de la moderna /clásica novela negra, puente entre varias generaciones y estilos.

Una de las mayores aportaciones de Connelly ha sido la creación de un detective, Harry Bosch, con licencia en la ciudad de Los Ángeles. Sus aventuras, tramadas en torno a temas y delitos de furiosa actualidad, mantienen sin embargo un leve, entrañable y verosímil perfume vintage, un sutil y bien rescatado aroma a las entregas de Ross MacDonald o Raymond Chandler entre los años cuarenta y sesenta del pasado siglo.

Connelly acaba de recomendar la lectura de un colega, M. W. Craven, cuya novela El show de las marionetas ha sido galardonada con el premio Gold Dagger a la mejor novela del año. La leo con interés.

El británico M. W. Craven ha seguido la estela de Harry Bosch diseñando un nuevo detective, al que ha llamado Washington Poe. Es policía y es inglés. Un tipo duro y tierno a la vez, nunca blando, aunque a veces sí sentimental. En el primer capítulo de esta historia está en pleno retiro, en una cabaña de pastor en la campiña inglesa, pero una pista relacionada con él depositada intencionadamente en la última escena criminal de un asesino en serie aconseja recuperarlo para el caso.

A partir de ahí, con los galones de sargento, Washington Poe se lanzará tras la pista de El hombre inmolación, según han apodado al serial killer los policías que le buscan, debido a su obsesión por quemar con acelerantes los cuerpos de sus víctimas y a situarlas, en su última escena, rodeadas de las antiguas piedras de los druidas, los menhires, dólmenes o cromlechs que abundan en la Inglaterra neolítica.

Washington Poe no estará solo; tendrá a su lado a una joven agente, Tilly Bradshaw, especializada en perfiles y análisis, un personaje muy original que dará mucho juego tanto al corazón del investigador como al músculo de la trama.

Una novela ágil, profesionalmente planteada y resuelta, en la línea de Connelly y, antes que él, de aquel Dashiell Hammett que inventó el género.