No es ciencia ficción: hay 1,7 millones de robots en todo el mundo. Los avances de la robótica y la inteligencia artificial hacen que ingenios como los coches sin conductor estén ya a la vuelta de la esquina de un uso si no masivo, sí generalizado. Hay robots en muchos ámbitos de nuestras vidas, hasta el punto de que ya se habla de una revolución 4.0 con profundas consecuencias económicas y sociales. En este contexto cabe aplaudir que la Eurocámara haya solicitado a la Comisión Europea que prepare propuestas para regular el sector de la robótica, que está llamado a ser crucial a medio plazo en nuestra vida cotidiana.

Los retos que plantean los robots inteligentes (aquellos que tienen capacidad de autoaprendizaje y adaptan sus acciones al entorno) van casi desde lo metafísico (¿cómo se define un robot?, ¿quién es responsable de sus acciones?, ¿deben diseñarse con los llamados «botones de la muerte» para poder desactivarlos en caso de rebelión?) hasta asuntos más prácticos, del tipo de cómo debe ser el seguro de un accidente con coches sin conductor. Las tres leyes de la robótica que popularizaron las novelas del escritor Isaac Asimov (un robot no hará daño a un ser humano por acción o inacción; un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la primera ley; un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda ley) ya no son ciencia ficción, aunque cabe recordar que en los libros su aplicación creaba complejos rompecabezas éticos.

Mucho más prosaicas son las consecuencias de la expansión de la robótica en el mercado laboral. Son muchas las voces que alertan de que la automatización de los procesos productivos tendrá profundas consecuencias en el empleo y la productividad. Hay empresas y trabajadores que ya lo están sufriendo. En su petición a la Comisión Europea, los eurodiputados han solicitado que se cuantifique la destrucción de empleos que implicará el boom de la robótica. Vinculada a ello, está la idea de impulsar una renta básica universal. El debate aún está verde y debe afrontarse con el bienestar de la población como objetivo principal. La creación de puestos de trabajo no mecanizados, creativos y de alto valor añadido, debe ser una prioridad. Con o sin robots.