El anuncio de que el presidente George Bush desea fijar una base humana en la Luna y enviar hombres a Marte tiene una lectura electoralista inmediata. Es como su gesto de fotografiarse con el pavo en Bagdad, o la forma de mostrar al mundo a Sadam Husein detenido o el mensaje de que regularizará a millones de trabajadores sin papeles.

Estamos en un año electoral. Si le reeligen, Bush además se resarcirá de la derrota de su padre ante Bill Clinton. Por eso pone desde ahora la maquinaria electoral a todo gas, porque nunca, desde Franklin Delano Roosevelt y Harry Truman, un presidente de Estados Unidos ha vivido una situación tan compleja. La psicosis antiterrorista y las llagas de Irak, Afganistán y Oriente Próximo embrollan tanto su imagen que necesita como nadie unos buenos reclamos publicitarios.

Para el encogido estado de ánimo norteamericano, el anuncio imperial de una base en la Luna y un viaje tripulado a Marte puede funcionar bien. Falta conocer los detalles del programa espacial, pero un avance científico así supondría una inyección de moral y de expectativas tecnológicas que pueden devolver la ilusión a la opinión pública de EEUU.