¿Todas las opiniones son respetables? No. Si yo opinara que la Tierra es plana, mi opinión no se merecería ningún respeto. Por absurda. El respeto es uno de esos conceptos del castellano que hace alusión, simultáneamente, tanto a la amabilidad como al temor. Sucede algo parecido a lo que ocurre con la confianza. El respeto no se da sino que se recibe. Cuando se ofrece respeto, se impone temor a los otros. En cambio, cuando los demás nos consideran con respeto, es que nos hemos ganado el mismo gracias a la confianza recibida en forma de consideración. El respeto implica, además, reconocimiento. Nada que ver con la admiración, que es irrespetuosa, ya que no puede haber respeto sin un análisis crítico de la otra persona.

La fuente de casi todos los conflictos reside en que no distinguimos a las personas de sus opiniones. No somos lo que pensamos. Sino lo que opinamos. A partir de aquí la valoración de los demás se fundamenta, en una buena parte, en prejuicios que construimos gracias a las opiniones que percibimos. Por eso todas las personas merecen nuestro respeto. No así lo que opinan. Para conseguir respetar a una persona, con la que no coincidimos en sus planteamientos sociales, políticos o religiosos, es indispensable un acercamiento que levante las cortinas de sus opiniones para descubrir la realidad de su paisaje individual.

En psicología los conflictos en las relaciones grupales, ya sean en una familia, una empresa o un equipo de fútbol, se sustentan en esa confusión entre personas y opiniones. O entre individuos y sus responsabilidades. Nuestra educación en sociedad fortalece más el aprendizaje de capacidades para ser respetado que las habilidades para ganarse el respeto. «Si no (estudias, apruebas, asciendes, trabajas etc...) nunca serás nadie». Una frase tan repetida como terrible. Primero porque la realidad ha impuesto esa regla. Segundo porque dificulta que alguien se gane el respeto si no se adapta a la norma. La alternativa es hacerse respetar, implantando el temor en los demás, a través de relaciones de poder. Pero así una persona nunca será respetada, ni mucho menos respetable.

En política todavía es más difícil ser respetado, ya que se valoran opiniones y es prácticamente imposible llegar a las personas. A esta dificultad se suma el supuesto respeto al electorado. Un ser misterioso, constituido por millones de personas que opinan con su voto. El cuerpo electoral no es solo un conjunto de opiniones, sino un universo de personas. El electorado de cada partido ha coincidido en una misma papeleta. Pero lo ha hecho opinando como personas muy diferentes. Y aquí debe estar el auténtico respeto.

Lo que da mucho respeto es la operación a la que se ha sometido el Rey emérito. Se trata de un baipás coronario (como no podía ser de otra manera). Menos mal que todo ha salido bien y Juan Carlos se ha quedado con el pass en lugar de con el bye. Si es que los médicos, poniendo nombres, son unos cachondos. Así siempre aciertan.

Entramos en el mes en que sabremos si volvemos a votar en noviembre o hay un acuerdo para formar gobierno. Aquel famoso «tic-tac» de Pablo Iglesias se ha vuelto en su contra. Se cierra la cuenta atrás el 23 de septiembre. Parece que ahora en Unidas Podemos estarían dispuestos a aceptar lo que rechazaron en julio. Mientras, Pedro Sánchez va a presentar una propuesta «irrechazable» para que los morados se sumen a un pacto programático común. Un documento de 300 propuestas progresistas para el futuro del país, desde la izquierda. El encuentro solo será viable si ambas formaciones respetan más lo que representan que si quieren imponer respeto al adversario y aliado.

En Aragón el respeto sigue marcando las relaciones institucionales. Y los encargados de regularlo son los servicios de protocolo. Se entrevistó el lunes el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, con el presidente del Parlamento aragonés, Javier Sada. Todo fue muy respetable. Don Javier, sentado en su sillón, recibió a tan ilustre visita que se ubicó en el sofá dispuesto al respecto. Un protocolo de respeto. Que choca, por cierto, con la entrevista celebrada el pasado 18 de julio (cáspita), entre el nuevo alcalde y el arzobispo de Zaragoza. Acudió don Jorge a besar el anillo de Vicente Jiménez a su palacio junto a La Seo. Pero vimos en la foto al alcalde sentado en el sillón individual del anfitrión y al representante eclesial en el sofá de las visitas. Como si cada uno hubiera preferido ser nominado por quien eligió al otro. Toda una declaración de intenciones sobre el poder divino y humano. Que se ande con cuidado el arzobispo porque Azcón tiene planta para ser un buen pastor protestante con ganas de mando.

1 de septiembre y el mundo está en llamas. Las tragedias de los incendios de África y la Amazonia recuerdan que nos estamos jugando, con el clima, nuestro futuro. Lo hace el mismo día que, tal como hoy hace 80 años, comenzaba la Segunda Guerra Mundial. Un poco de respeto a la humanidad, por favor.

*Psicólogo y escritor