No creo en el destino, a la manera árabe, pero es posible que si a un individuo le sacan al escenario a los pocos días de nacer, se desencadene una serie de fenómenos que concluya porque ese individuo esté irremisiblemente abocado a ser actor ¿Sucedió algo parecido con Narciso Ibáñez Menta? lo ignoro, pero estoy seguro de que existen efluvios en los escenarios tanto más incisivos cuanto menor es la edad del que sufre sus influyentes efectos. Fuera por esa circunstancia, o por las que rodearon su vida familiar, el caso es que Narciso Ibáñez Menta fue actor, y escribo bien, porque escribir que se "convirtió" sería incorrecto. Fue actor, no desde su más tierna infancia, según la expresión tópica, sino que nació actor.

Y ejercía de actor con todas las virtudes, del actor tradicional, o sea, era atento, galante, amable, educado, mundano, cosmopolita, culto, inteligente y buen conversador. Insisto en que me refiero a las virtudes del actor tradicional, de una época del teatro español en vías de extinción. Y claro, como actor fiel a su condición, poseía esa suave presunción del porte erguido, el atuendo apropiado, la convicción de que un caballero no puede mostrarse ante los demás con una indumentaria inadecuada. incluso en edad ya avanzada no dejo de usar unas calzas que le añadían unos centímetros de altura, yo creo que más por coquetería personal, por la fidelidad a la condición que representaba. No tuve la fortuna de ser amigo suyo, pero me cupo la suerte de conversar con él en un par de ocasiones, y la admiración que en mi había despertado, en el cine, en el teatro o en la televisión, quedó corroborada en la cercanía.

Muchas veces, cuando escucho a su hijo exponer con esa seductora sabiduría que sabe prender en la atención de las gentes, con la tradicional manera de los narradores de todos los tiempos, creo que ese maravilloso y eficaz uso de las pausas fue una herencia de este caballero que fuera y dentro de los escenarios conocimos como Narciso Ibáñez Menta.

*Escritor y periodista