Los ciudadanos de este país andan perplejos ante la disparidad de versiones que se ofrecen desde nuestras instituciones para paliar los efectos del covid 19. Sus efectos, porque solución no hay y no se sabe cuando la habrá. Mientras tanto, y desde el principio, hemos asistido a tal variedad de mensajes que los ciudadanos pueden tener la tentación de hacer lo que les de la gana. EL espectáculo que estamos viviendo los últimos días nos daría risa si no fuera porque el resultado final es la muerte. Si teníamos poco con los partidos políticos, comunidades autónomas, gobierno, oposición y científicos, ahora se suma la Justicia a este desbarajuste.

Los ciudadanos necesitan certezas para saber a qué atenerse y no esa cacofonía de voces extrañas que escuchan desde que se conoció la existencia del virus a finales de febrero. No puede ser que ante esta tragedia la oposición, fundamentalmente PP y VOX, se hayan servido del virus para deslegitimar al gobierno. El virus ha venido en este momento y con un gobierno concreto y parezca bien o mal, es el que votaron los ciudadanos y a quien corresponde liderar la acción frente a la pandemia. Por ello frente al virus solo hay una solución posible, unidad de acción.

Ya desde el principio el enfoque dado a la pandemia no fue de la magnitud adecuada. La OMS titubeo con que si son galgos a podencos. A lo que nos dimos cuenta el virus estaba en Italia y el resto del mundo, entre ellos nosotros, en la higuera. Nos habíamos convertido en tan fervientes defensores del liberalismo económico y de la globalización, que durante mucho tiempo no fue necesario llevar mascarillas, estaba claro, teníamos toda la producción en China porque los chinos comen poco y cobran menos. Beneficio a la cuenta de resultados. Fue necesario reconvertir nuestras textiles y otros tipos de empresas mientras nuestras instituciones se enzarzaban en un espectáculo lamentable con los suministros de mascarillas ahora imprescindibles. Qué curioso que hasta Gerard Piqué , un futbolista, tuvo que intervenir para que Madrid tuviera mascarillas. ¿A que dedica el tiempo tanto organismo oficial que puebla las instituciones nacionales y autonómicas? Un viejo refrán dice: para las cuestas arriba quiero mi burro que las cuestas abajo yo me las subo.

Una vez declarada la pandemia por la OMS y decretado el estado de alarma en España, el Congreso se convirtió en una jaula de grillos cada vez que había que prorrogarlo. De nuevo aparecieron las voces discordantes desde la oposición, el juego de trileros de algunos partidos que vendían su apoyo por dádivas y la angustia del Gobierno que a duras penas conseguía sacarlas adelante cuando eran entonces la única solución para reducir los centenares de muertos que cada recuento ofrecían los telediarios. Del estado de alarma se pasó a la gestión por las comunidades autónomas y aquí se vio que el virus no entendía si el gobierno era de coalición, nacionalista, de izquierdas o de derechas, atacaba por igual que cuando estábamos en estado alarma. Sí sirvió para comprobar que aquellas comunidades que dieron el impulso a la prevención obtenían mejores resultados en la curva de contagios. Pues a pesar de ello, lejos de concienciar a nuestra clase política de que solo juntos se puede luchar contra el virus el Parlamento sigue convertido un ring en el que la oposición, lejos de colaborar con el Gobierno sigue a lo suyo, deslegitimar al Gobierno y oposición total utilizando como ariete la Comunidad de Madrid que, para desgracia de los madrileños y de España, ha dado los peores resultados de la UE en sucesivos cuenteos. El último ejemplo ha sido la intervención en la sesión parlamentaria del día 9 de octubre de dos de las personas que más moderación han mostrado en esta crisis, Ana Pastor del PP y del ministro Salvador Illa. Con mucho respeto pero con contundencia, el ministro de Sanidad ha reprochado a Ana Pastor, que también lo fue, que lejos de sumarse a los esfuerzos de la lucha contra el virus ataquen al Gobierno en una situación de tan extrema gravedad.

A todo ello se suma la aparición de los tribunales de Justicia que están aumentando la confusión de los ciudadanos ya que difícilmente pueden tener los conocimientos suficientes para comprender por qué se anula en Madrid lo que se aprueba en Castilla-León. Con ello se está poniendo en duda si prima la libertad individual de los ciudadanos o el derecho a la salud del conjunto de la sociedad. Y ya finalmente la evolución del virus ha puesto en escena la opinión de los científicos, quizás los que tenían que tener un papel prioritario. No se sabe porque son voces que no siempre van al unísono y en ocasiones parecen contradecir las opiniones de científicos que forma parte de la administración y se ven inmersos en la gestión directa de la pandemia.

Con esta cacofonía de voces, un problema de salud se está convirtiendo en un problema ideológico y se corre el riesgo de que el intento de deslegitimación de la autoridad del gobierno lleve a los ciudadanos a seguir los criterios de su línea ideológica en vez del interés general y ello genere una descoordinación en la acción que permita que el virus se extienda con mayor virulencia.

Desde la guerra civil, España no se ha enfrentado a un problema de tal magnitud y seguro que cuando termine y leamos las cifras, nos sonrojaremos como país de semejante tragedia. Eso, si tenemos vergüenza, porque da la sensación que para algunos de nuestros dirigentes esa palabra no figura en su ideario.