No me agrada escribir sobre este tema: las prácticas autodestructivas de las izquierdas españolas. Da la impresión que disfrutan con ellas, cual si fueran masoquistas. Pero no tengo otra opción. Veamos algunos ejemplos de ahora mismo de este cainismo letal de las izquierdas.

La Coordinadora Federal de Izquierda Unida (IU) ha aprobado la apertura de un expediente a Gaspar Llamazares por incumplir los estatutos de la formación al impulsar otra opción electoral a través de la plataforma Actúa, de la que es promotor junto a Baltasar Garzón.

El hasta ahora candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid para las elecciones autonómicas, Íñigo Errejón, se presentará bajo la plataforma Más Madrid, que encabeza Manuela Carmena para las municipales, después de los últimos desencuentros con la dirección autonómica de Podemos e IU por las negociaciones para configurar la lista a las autonómicas.

La Asamblea de Extremadura ha aprobado una propuesta del PP, que ha contado con el apoyo del PSOE y de Ciudadanos, para la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Un auténtico obús a la política de Pedro Sánchez para encauzar el problema de Cataluña. ¡Vaya sentido de estado de González Vara! Tampoco es una sorpresa, ya que algunos barones socialistas se la guardan a Pedro Sánchez.

Los hechos mencionados, puro suicidio político, de las izquierdas españolas, no son nuevos. Han sido una constante, lo que posibilita el triunfo de la derecha. La gran fuerza de la derecha es la desunión pasada, presente -¿futura también?- de las izquierdas. Si algo caracteriza a la derecha es la unidad. Vox, PP y Cs representan lo mismo. ¡Que poco les ha costado pactar el Gobierno en Andalucía! No existe gente más disciplinada, organizada y fundida. Es monolítica por instinto. Sabe muy bien, está muy acostumbrada, para qué sirve el poder. Con él puede acumular el dinero. Su olfato por el dinero está muy desarrollado. Es argamasa de unidad inquebrantable.

Por el contrario, como señala con crudeza y verdad contundentes, el escritor, filósofo y periodista colombiano Arturo Guerrero en su artículo Extrema derecha, aquí, allá, acullá, en el periódico de Bogotá El Espectador, no hay gente más dividida, canibalizada y dispersa que la de izquierda. La izquierda cree en la deliberación interna, pues el objetivo de gobierno y de repartición está muy lejos. Le sucede como al Nadaísmo, corriente literaria colombiana integrada por cuatro poetas que estaba dividida en cinco tendencias. Para unir a las izquierdas es menester someterlos a régimen militar, al Gulag, a la KGB, a los escuadrones que tiemblan ante comandantes todopoderosos. De otro modo, las izquierdas funcionan en plural.

Y no menos contundentes son las palabras del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos en un documento breve pero muy explícito, titulado Tercera Carta a las Izquierdas al señalar que cuando están en el poder, las izquierdas no tienen tiempo para reflexionar sobre las transformaciones que ocurren en la sociedad y, cuando lo hacen, siempre es como reacción a cualquier acontecimiento que perturbe el ejercicio del poder. La respuesta siempre es defensiva. Cuando no están en el poder, se dividen internamente para definir quién será el líder en las próximas elecciones, de modo que las reflexiones y los análisis están relacionados con este objetivo. Esta indisponibilidad para la reflexión, que siempre ha sido perniciosa, hoy es suicida. Por dos razones. La derecha tiene a su disposición a todos los intelectuales orgánicos del capital financiero, de las asociaciones empresariales, de las instituciones multilaterales, de los think tanks y de los grupos de presión, que le proporcionan a diario datos e interpretaciones que no son siempre faltos de rigor y siempre interpretan la realidad llevando el agua a su molino.

Por el contrario, las izquierdas no disponen de instrumentos de reflexión abiertos a los no militantes e, internamente, la reflexión sigue la línea estéril de las facciones. Hoy en día, circula por el mundo una ola de informaciones y análisis que podrían tener una importancia decisiva para repensar y refundar las izquierdas tras el doble el colapso de la socialdemocracia y el socialismo real. El desequilibrio entre las izquierdas y la derecha en relación con el conocimiento estratégico del mundo es hoy mayor que nunca.

En el blog Otros Cuadernos de Saramago, se inserta un artículo del 2008 del Premio Nobel portugués titulado ¿Dónde está la izquierda? No ha perdido actualidad. Hay una frase que es una auténtica bofetada a las cúpulas de los partidos de izquierdas, con toda su crudeza, sin escamotear su propia obscenidad, la frase era la siguiente: «La izquierda no tiene ni puta idea del mundo en que vive». Sigue diciéndonos Saramago: esperaba alguna respuesta de comunistas y socialistas. Nada de nada, silencio total, como si en los túmulos ideológicos donde se refugian no hubiese nada más que polvo y telarañas, como mucho un hueso arcaico que ya ni para reliquia serviría. Ya tengo la explicación: la izquierda no piensa, no actúa, no arriesga ni una pizca. Pasó lo que pasó después, hasta lo que está ocurriendo hoy, y la izquierda, cobardemente, sigue no pensando, no actuando, no arriesgando ni una pizca. Por eso no es de extrañar la insolente pregunta del título: ¿Dónde está la izquierda?.

*Profesor de instituto