Michel Aflaq nació en 1910 en el seno de una familia cristiana. Akram al-Hawrani nació en 1912 en una familia musulmana. Junto con otros pensadores y activistas árabes, en 1947 fundaron el Partido Baas, panarabista y laico. Baasistas eran Gamal Abdel Nasser, Hafez el Asad o Sadam Husein. Los baasistas, por su opción de izquierdas en plena guerra fría, fueron combatidos por la derecha occidental, con una sonada última secuela: la invasión de Irak en el 2003. Los baasistas y otras corrientes igualmente laicizantes consiguieron que Siria, Irak, Egipto, Túnez, Argelia, Turquía, incluso Irán, se incorporasen al mundo moderno sin dejar de reconocer sus raíces islámicas, como Europa, políticamente laica, reconoce sus raíces cristianas. Tal como ya defendían los revolucionarios europeos del siglo XVIII, propugnan la separación de la iglesia y el Estado, la distinción entre pecado y crimen, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, etcétera. Pero la derecha occidental, con sus alergias, además de aprobar la contundencia sionista, optó por el medievalismo saudí, que acabó financiando fundamentalismos de inspiración salafista o wahabita, como Al Qaeda y derivados yihadistas. La última novedad es en Irak el Estado Islámico, que se ha erigido en califato y aspira a volver a situaciones sociales y geopolíticas de hace seis o siete siglos. Además dependemos demasiado de los fundamentalistas, a quienes, encima, transferimos fortunas comprándoles energía fósil.

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