Qué desfase de vida que llevamos últimamente. Es un no parar de saltos y sobresaltos al vacío. Recorremos un camino inédito y cambiante, mutante y aleatorio, zigzagueando sobre un mar de dudas, saltando como volatineros en el alambre. Vivimos en un estado continuo de decisiones sobre la marcha. En el fondo (y en Malavida) siempre ha sido así, pero ahora somos conscientes realmente. No sirve de nada hacer planes a largo plazo. La vida es ahora al instante, y cada semana pueden cambiar las reglas. En la siguiente fase, serán diferentes seguramente. Jugamos de momento a puerta cerrada; más adelante ya veremos. Cambiamos de fase como quien cambia de piel, como las serpientes, y modificamos nuestros colores como los camaleones, según el fondo de pantalla que nos haya tocado en suerte. Antiguamente (hace tan solo unos meses en realidad, pero hace ya mucho tiempo en términos actuales) queríamos cambiar de casa, de coche, de pareja… Ahora nos conformamos con cambiar de fase. Todo lo que anhelamos, todo lo que deseamos, está en la siguiente fase. O en otra fase más lejana, en el peor de los casos, según dónde te encuentres. ¿Cuándo abren las discotecas para poder bailar con mascarilla en un círculo acotado en el suelo? En la siguiente fase. ¿Cuándo podremos salir de la provincia y así sentir la amplitud y grandeza de nuestra ilustre región? En la siguiente fase. ¿Cuándo vuelven a abrir los gimnasios para que podamos correr a apuntarnos en su web para así poder correr en sus cintas deslizantes? En la siguiente fase. ¿Cuándo dejarán los políticos nacionales de insultarse y descalificarse y se pondrán de acuerdo a trabajar para salir todos a una de esta situación? Bueno, eso no lo veremos nunca. Por muchas fases que haya, algunas cosas no cambian.

*Escritor y cuentacuentos