Lo dice el Plan de Salud 2030 del Gobierno de Aragón: es preciso un cambio de perspectiva. Un nuevo punto de vista donde la enfermedad adquiere la consideración de fracaso de la salud; es decir, una orientación no exclusivamente fijada en la enfermedad sino que también cuente con un espacio muy amplio para la prevención. Más allá de medidas de carácter inmediato y específico, como la vacunación, ello implica situar el foco sobre aspectos tales como la calidad de vida y las condiciones de higiene en las que se desenvuelve nuestro devenir cotidiano. ¿Es, pues, importante que toda vivienda disponga de ascensor? Resulta que sí, que puede constituir un elemento fundamental si su carencia recluye en el hogar, trocado en cárcel, a quienes padecen restricciones de movilidad. Este es tan solo uno de los muchos ejemplos de barreras, a veces poco evidentes, que condicionan la existencia de muchos ciudadanos y cuya eliminación puede resultar más económica para el Sistema de Salud que el tratamiento médico farmacéutico derivado de esos obstáculos, pues es menor el coste de sustituir una baldosa rota en la acera que el de un accidente provocado por ella. Y en el aspecto más puramente humano, ¿qué decir de esos ancianos recientemente hallados muertos en su domicilio? Tal vez sean incomunicación y pobreza los mayores impedimentos para una vida saludable. Ciertamente, la medicina preventiva cobra bajo esta perspectiva una nueva dimensión, sin que ello implique olvidar sus facetas más ortodoxas, como una alimentación adecuada, la necesidad de descartar el abuso de fármacos o las ineludibles secuelas del estrés y del desequilibrio emocional. Pese a todo, el mayor enemigo de nuestra salud es aún la vida sedentaria; su remedio, bien fácil y accesible: un poco más de ejercicio. H *Escritora