La formación del nuevo Gobierno (ahora de ministras y de ministros) encabezado por el renacido Pedro Sánchez ha levantado una verdadera ola de entusiasmo entre los dirigentes y militantes socialistas, pero también en buena parte de los populares. Escuchando las alabanzas y loas que destacados miembros del PP como Soraya Sáenz de Santamaría, García Margallo, Borja Sémper o Juan Ignacio Zoilo han dedicado a los nuevos ministros, cualquier despistado dudaría sobre de dónde procede cada uno de ellos. Nada me extrañan esas muestras de afabilidad, compadreo y camaradería, pues un ministro tan derechista y conservador como Grande Marlaska se hubiera sentido perfectamente a gusto en un gabinete presidido por M. Rajoy; una economista neoliberal y ortodoxa, partidaria de ajustes y recortes, como Nadia Calviño podría haberse sentado tan cómoda y pimpante en el consejo de ministros del mismísimo José María Aznar; y una ministra como María Jesús Montero no hubiera desentonado como consejera de la Comunidad de Madrid presidida por Esperanza Aguirre, pues en su anterior cargo como consejera en la Junta de Andalucía fue la campeona mundial en la privatización de los hospitales andaluces. Pese a ello, de lo que no cabe duda es que el envite de Pedro Sánchez ha dejado descolocados y fuera de juego a todos sus adversarios políticos. De un plumazo, este «gobierno estelar», en definición de la nueva ministra Calviño, ha fascinado de tal modo a muchos políticos populares que parecen abducidos y contentos como chavales con zapatos nuevos; vamos, como si hubieran ganado los suyos.

Por otro lado, los dirigentes de Ciudadanos se están comportando como si los acabara de atropellar un tren (virtual, claro). En poco más de una semana, Albert Rivera ha pasado de la euforia de verse a punto de ocupar el sillón de presidente del Gobierno, tal cual vaticinaban algunas encuestas, a la más silente nimiedad. Y por eso deambula este buen hombre, ayer socialdemócrata, hoy liberal y mañana ya se verá, como un púgil noqueado, sin saber siquiera por dónde le ha llegado el golpe.

En Podemos se ha pasado en apenas cinco días de la más efímera de las felicidades, como manifestaron el día que cayó M. Rajoy, a un notable enfado, pues habiendo sido imprescindibles en el triunfo de la moción de censura se sienten ninguneados e incluso olvidados por Sánchez.

Este fin de semana se van a publicar algunas encuestas sobre la nueva intención de voto de los españoles; ya verán como el bipartidismo sale fortalecido.

*Escritor e historiador