La 11ª legislatura andaluza inicia su andadura. Juan Manuel Moreno ha sido investido presidente, el primer dirigente no socialista que presidirá la Junta en 36 años de democracia. Un cambio de ciclo que, por las características de los acuerdos que han posibilitado la formación del nuevo Gobierno, se antoja de especial importancia para el resto del país. En el horizonte se entrevén nubarrones. No parece fácil la conciliación de los dos pactos que han hecho posible el cambio conservador. Por un lado, el acuerdo entre Partido Popular y Ciudadanos. Por otro, el del PP con Vox.

No lo tendrá fácil Ciudadanos. Su primigenia intención de ocupar un espacio centrista de talante liberal alejado de la corrupción y el inmovilismo del PP será difícil de compatibilizar con unas dinámicas parlamentarias que, como ha ocurrido en el pacto de investidura, es probable que le sitúen junto a la ultraderecha. Pero, sin duda, es el devenir del partido que lidera Santiago Abascal el más preocupante para Andalucía y, también, para España.

A diferencia de la tendencia europea de dar prioridad a pactos que aíslen a la extrema derecha, en Andalucía se ha dado prioridad al derribo de los socialistas. Vox no solo ha ganado credibilidad institucional, sino que su mensaje dispondrá de altavoces y focos. Es de prever que utilizará el Parlamento andaluz para hacer propaganda de sus postulados cara a las próximas contiendas electorales. De hecho, la mayoría de las 19 estrambóticas peticiones que Vox demandaba para llegar a un acuerdo con el PP no se concretaron, pero se convirtieron en una excelente plataforma de campaña.

Otra gran incógnita de la legislatura es el papel que adoptará Susana Díaz. Aunque a la líder sevillana no se le puede atribuir toda la responsabilidad de una pírrica victoria que sabe a fracaso, sí es cierto que Díaz no puede desligarse de un pasado socialista andaluz con demasiadas sombras en su larga trayectoria. Es evidente que la fatiga de su electorado provocó en las autonómicas la abstención que posibilitó la suma de las derechas. Díaz difícilmente puede representar la renovación que el PSOE-A necesita ni es el rostro del socialismo que Pedro Sánchez encarna. Con un Vox lanzado a la gesticulación y a la promoción propia, y un PSOE-A pendiente de renovación, la inestabilidad política parece servida.