El Real Zaragoza es actualmente un club en descomposición. Lastrado por una nefasta planificación deportiva y una pésima gestión empresarial, impropia de los apellidos que componen el actual consejo de administración, la sociedad anónima camina a la deriva y tiene su última oportunidad de enderezar el rumbo. Lo contrario le aboca a la desaparición.

El Real Zaragoza es una empresa, sí, pero no una cualquiera. Gestiona el sentimiento de miles de aragoneses, que tiene un patrimonio inmaterial --posiblemente lo único que posea en la actualidad-- que es su afición y una historia poblada de brillantes páginas deportivas que fueron además responsables de algunas de las principales alegrías colectivas de una comunidad en los últimos 60 años. Por eso, es urgente que la Fundación Zaragoza 2032 aborde de una vez el imprescindible golpe de timón que profesionalice el club de una vez por todas, lo convierta en un club serio a nivel deportivo y recupere cuanto antes el rumbo que nunca debió perder. Cierto es que la actual directiva rescató al club hace seis años de una situación pésima heredada de la irresponsable actuación de Agapito Iglesias, pero desde entonces se han acumulado fracasos deportivos que han minado las opciones de recuperar la Primera División. Y cada año que se pasa en Segunda se está más cerca de bajar a la Segunda B.

Se han cometido muchos errores, se ha descuidado la faceta deportiva y se ha sido rácano en lo económico, confiando en que el ascenso llegaría y con ello se arreglarían los problemas y llegarían otros beneficios empresariales ajenos a lo deportivo pero muy jugosos. Nada de eso ha llegado y cada año la sensación es más caótica (basta ver el día de ayer), el desánimo social crece y las perspectivas son más negativas.

Forzado por las circunstancias y el hartazgo ciudadano, ayer se dieron los primero pasos. El primero y más necesario, la destitución de Lalo Arantegui, director deportivo y responsable máximo de la situación deportiva actual. Se busca un entrenador de garantías, pero tras el 'no' de Víctor Fernández, Pacheta o Paco Jémez parece que nadie quiere asumir una tarea de un club descompuesto. Por eso, la directiva actual solo tiene dos opciones: o poner más dinero o echarse a un lado y dejar propuestas serias que lleguen con la intención de profesionalizar el club y aportar lo que se ha escatimado. Algo que sí podría representar un zaragocista entregado como Ander Herrera y César Sánchez. Todo, salvo jugar con los sentimientos de una ciudad y condenar a este querido equipo a su desaparición, algo que sería una auténtica tragedia imperdonable.