Cuando las cosas viene mal dadas, uno suele tener dos posibilidades. O resignarse a la situación o intentar dar la vuelta al asunto. Se trata de cambiar --con arreos e imaginación-- el curso habitual, para que las situaciones queden finalmente a nuestro favor. El ganador del premio Nadal de este año, Antonio Soler, ha contado que a los 22 años sufrió un accidente de tráfico y tuvo que pasar meses y meses postrado en la cama.

Lejos de convertir aquello en un lamentable aburrimiento, en su confinamiento horizontal Soler logró, entre sábana y sábana, colar la pasión por la lectura. La enfermedad siempre nos pone a prueba, pero de ahí se aprende, y mucho, pese al precio. Conozco a una mujer con un grave problema de salud, que, además de plantarle cara y fijarse a la tierra como un roble, ha empezado a esbozar un proyecto que explicará a otras personas cómo es el interior de ese túnel y qué hacer para poder ir ganando la salida.

Uno no se resigna a cómo, en principio, deben transcurrir las cosas y se hacen aportaciones que invierten los sentidos; se introducen cuñas particulares. En un balance de la avalancha de anuncios navideños en televisión, distribuidos por sectores, un amigo ha abordado el terreno de los spots emocionales: Sanitas, Iberia.. y cuando le añadí el de la ONCE, me lo echó por tierra. Este es, ya lo habrán visto, un anuncio casi sin palabras, donde una abuelita termina por ceder, sin que nadie se entere, su billete premiado a favor de su hija casada y al borde del colapso. Mi amigo dijo que ese anuncio no entraba de ninguna manera en la categoría de las emociones. ¿Y eso? Pero ahí está el viaje que hace hacia la casa de su hija acariciando el bolso, con su cara de abuelita bondadosa y entregada... Luego la escena de la mujer bañando a los dos hijos, que no puede con ellos, el marido cachazudo y a lo suyo... Después, con un primer plano del rostro de la abuela buena, el silencioso cambio de billete que hace ella con el de la estresada mujer, guardado --como en las películas-- debajo de un tarro. Pues todo concuerda: se trata de una historia de las de Navidad. "Lo que tú te crees", me dijo mi amigo, "seguro que el billete premiado era el de la hija. Desde el principio, la abuela dio un buen golpe". De una historia vendida con etiqueta sentimental, a otra con sello como de Gomaespuma. Nada como cambiar --en la salud, en el trabajo, en la vida-- el rumbo de las cosas.