Seguimos aquí. Este es el lema elegido por las comunicadoras para el 8M que se celebra mañana y que el covid está desafiando. Es evidente que con una labor de hormiguita, los colectivos han logrado que la sociedad española y europea haya avanzado un montón en los últimos años. Pero todavía falta mucho para alcanzar los objetivos y por eso hay que seguir visibilizando las demandas. Ya se ha constatado que la pandemia ha alimentado la desigualdad, la precariedad y la infravaloración de los cuidados que denunciaban las feministas. Por eso hay que seguir. Pero aún hay más riesgos. Algunos de esos nuevos partidos que tanto apoyo electoral parecen tener en los últimos años pueden empezar a cumplir sus amenazas y muchos de los logros sociales conseguidos en los últimos años pueden estar en el aire si formaciones como Vox tocan poder o se les deja influir en él. Por eso no podemos quedarnos de brazos cruzados. El camino hacia la igualdad no necesita de políticos convertidos en patéticos negacionistas como esos actores que aprovechan la entrega de un premio para dar lecciones de todo y llamar ignorantes e infelices a los que comulgamos con lo que ellos llaman las mentiras del poder. Por eso hay que llamar la atención mañana. Ahora hemos aprendido muchas formas de manifestarnos sin necesidad de juntarnos todos en las calles a mogollón: concentraciones estáticas guardando la distancia de seguridad, paseos en grupos, ocupación de espacios públicos, decoración de balcones o protestas desde las ventanas.... Entre todos debemos de hacer del feminismo uno de los antídotos contra la extrema derecha (aunque no debe ser el único).

Lo primero que se sigue necesitando es que los gobiernos metan de lleno de una vez en la agenda política la igualdad. Pero no vale con un ministerio o con una consejería o con un área municipal. Los gobiernos deben hacer igualdad con medidas concretas sobre política de conciliación, estabilizando al personal que trabaja interinamente, muy feminizado, sobre la infrarepresentación, la brecha salarial que no solo sigue sino que ha avanzado en el año del covid, con el desempleo, con el techo de cristal... Los que gobiernan tienen que ver que se necesitan ayudas concretas, como puede precisar ahora la hostelería y el turismo, para poder realizar muchos de los trabajos de casa sin que ellas sean penalizadas. El sector servicios, la temporalidad de los contratos laborales, la precariedad en general, incide mucho en las mujeres. Todavía hay una débil protección social y eso afecta negativamente aún a más mujeres que hombres. Todo eso tiene que estar a la orden del día de cualquier político , y más cuando llega a gobernar. No solo puede estar en una pancarta ni detrás de ella ejerciendo una presión en una manifestación para reivindicar esa igualdad. Los políticos y las políticas que ejercen sus funciones en áreas ligadas a la mujer, que hacen política hacia la igualdad, ¿a quién van a reclamar igualdad mañana? La políticas públicas están para cortar estas aristas.

Pero cuando ocurre como en el Ayuntamiento de Zaragoza, donde por segundo año consecutivo no se puede hacer una declaración institucional porque el grupo ultraderechista de Vox se niega a ello, deberían encenderse todas las alarmas. El PP lo necesita, aunque es verdad que en el fondo detesta a este partido. Pero hay que dejar claro que mientras partidos como Ciudadanos y Unidas Podemos se han integrado en el sistema democrático sin ningún problema, los de Vox lo hacen de una forma natural y peculiar también pero con decisiones que casi nadie comparte, al poner el acento en puntos muy concretos como puede ser la lucha por la igualdad entre hombre y mujeres. Y ver su ascenso en las últimas elecciones catalanas, o ver cómo las encuestas que manejan en Aragón varios partidos políticos les dan una subida espectacular en instituciones como las Cortes de Aragón o el Ayuntamiento de Zaragoza, debe hacer reflexionar a todos. Porque con ellos, entre otras muchas cosas, es difícil que haya una igualdad real.

Al feminismo no se le pueden pedir soluciones mágicas. Se trata de ir haciendo cambios estructurales y de mentalidad y para eso hay que hacer propuestas laborales, familiares y políticas. Ese y no otro es el camino, pero en favor de la colectividad. La marea violeta no se debe frenar. El legado de muchas mujeres que ya no están y de otras que viven ya su lucha en silencio, incluso en residencias de mayores, no solo no se puede echar abajo sino que debe continuar siendo más grande para que las que vengan después tengan que luchar mucho menos ( o por otras cuestiones distintas). Ni hay que demonizar o criminalizar al movimiento feminista. Igual que en Aragón ha habido en el último año manifestaciones y concentraciones de los hosteleros, los empresarios de turismo, el 1 de Mayo o los conservadores que protestaban contra la ley Celaa, cabe gritar mañana en favor de la igualdad de hombres y mujeres. Porque, además de que falta mucho por conseguir, hay riesgo de que esos negacionistas de extrema derecha echen abajo lo conseguido durante tanto tiempo. Y muy al contrario, esto debe ser un antídoto.