El patronazgo español encomendado al Apóstol Santiago, comienza en el siglo VIII con dos tradiciones que son y sustentan la universal peregrinación hasta su tumba. La primera, el viaje del apóstol a España (antes de su martirio en Jerusalén, en el año 44) durante el que nace la devoción a la Virgen del Pilar. Y la otra, la Translatio, el traslado de los restos del Apóstol hasta Compostela, en cuya catedral se conservan y veneran.

La tradición afirma que fue en el año 813 cuando se descubrió el sepulcro de Santiago el Mayor en tierras de Galicia. Un hecho de gran trascendencia para la cristiandad, por cuanto hacía más de un siglo la Península Ibérica había sido invadida por los musulmanes. La Europa cristiana, comenzando por el país vecino de allende los Pirineos, puso entonces su esperanzada mirada hacia Occidente, el Finisterre europeo en el que se encuentra Santiago y Galicia. El Camino de Santiago pasó así a convertirse desde entonces en la gran vía de comunicación europea, a través de la cual se difundieron las principales y más importantes corrientes de las artes y de la cultura, al tiempo que posibilitó los intercambios comerciales y reactivó la economía del Viejo Continente.

Y fue en este contexto de consolidación de las peregrinaciones europeas a Santiago de Compostela en el que se produjeron los grandes avances de la Reconquista, y que en el caso de Aragón contó con el apoyo decidido de la nobleza francesa, especialmente del Duque Guillermo IX de Aquitania, quien el 17 de junio de 1120, aliado su ejército con el del rey Alfonso I el batallador (conquistador de Zaragoza en 1118) contribuyó a la determinante victoria que el monarca aragonés obtuvo aquel día contra los almorávides en la batalla de Cutanda, localidad aragonesa de la provincia de Teruel, enclavada en el valle del Jiloca.

Como recuerdo de la victoria del rey aragonés en la batalla de Cutanda (y porque fue considerada aquella como preludio de la liberación de la cristiandad) uno de los frisos de la fachada principal de la catedral francesa de Angulema (construida en el siglo XII) fue decorada con un grupo escultórico en el que se representó una escena de la batalla resaltando la figura del rey Alfonso I el Batallador.

En su vertiente de caballero guerrero, que llegó en diversas batallas de la Reconquista en auxilio de las tropas cristianas, con el paso de los siglos Santiago Apóstol (Boanerges, Hijo del Trueno) fue proclamado patrón del Arma de Caballería del Ejército español.

En el otro plano de la veneración a Santiago, el de las peregrinaciones, adquieren pleno sentido las palabras de Goethe: “Europa se hizo peregrinando”. Por lo que no debería extrañar que algunas de las más grandes obras de la literatura universal estén basadas en un mismo tema: el de las aventuras que viven sus protagonistas mientras caminan.

Así, ya en la antigua Grecia, a través de la aguda mirada del invidente Homero, quedó la vida patentizada como una cíclica y eterna peregrinación a través de dos textos: el de la Ilíada y el de la Odisea. En ambos, la vida se representa como una maravillosa peregrinación desde la muerte (simbolizada en la del héroe Héctor a manos de Aquiles en la ciudad de Troya) pasando por las maravillosas aventuras que vive Ulises durante su viaje de regreso, hasta la llegada a su hogar en la isla de Itaka.

Más cercana a nosotros, la Chanson de Roland (Cantar de Gesta francés del siglo XI) está basada en una expedición (la del emperador Carlomagno, acompañado de su sobrino Roldán) que llega en el año 778 hasta las puertas de Zaragoza para liberar a la ciudad del dominio del rey moro Marsilio. Desbaratado el intento, y durante el regreso de los expedicionarios a Francia, el caballero Roldán muere heroicamente en la batalla de Roncesvalles a manos de los vascones, salvando con su muerte a las tropas del emperador.

Y qué sino peregrinos, son Don Quijote y Sancho Panza cuando salen desde su ignoto lugar de la Mancha, en busca de aventuras por amor a su particular Penélope (Dulcinea del Toboso) hasta los confines de un mediterráneo Finisterre en los que el hidalgo caballero, derrotado, es en el momento de morir en su lecho cuando verdaderamente vislumbra la verdad de la vida.

Peregrino también fue el escritor estadounidense Jack Kerouac (1922-1969), autor del libro titulado On the road (En el camino) obra que narra las aventuras que viven un grupo de amigos a lo largo de su fantástico y mágico viaje de ida y vuelta en coche, atravesando de este a oeste los Estados Unidos. On the road está considerado como “la biblia” de la generación beat estadounidense (antecedente del movimiento hippie y con gran influencia en Los Beatles) cuyo nombre adoptó la Beat generation derivándolo del término “beat down” (cansado) proveniente del argot de la sociedad afroamericana de la década de los cincuenta.

Pero antes de Jack Kerouac, el poeta español Antonio Machado ya había demostrado ser un auténtico beatnik al grabar en letras fundidas en plata, un conocido y hermoso poema en su quijostesca obra “Campos de Castilla”: Caminante, son tus huellas el camino, y nada más; caminante, no hay camino: se hace camino al andar.