Quince días tienen los partidos tradicionales para articular una buena campaña política que frene el desembarco de la extrema derecha en el que podría ser el Parlamento más antieuropeo de la historia. Quince días para que la izquierda y la derecha democráticas ofrezcan algo más que discursos en serie y presenten ideas creíbles para no dejar abandonados a su suerte a millones de jóvenes en toda Europa. Quince días para que los europeos recuperen la fe en las instituciones comunitarias tan infladas, tan inoperantes, tan sordas y, pese a todo, tan necesarias para neutralizar los feroces nacionalismos llamados, otra vez, a hacer trizas el continente. Si los grandes partidos no lo remedian la extrema derecha y los euroescépticos formarán grupo en la Eurocámara con más del 25%. Y no parece que vayan a remediarlo porque no ven más allá del aquí y el ahora, y ninguno se pregunta por qué los partidos que alimentan el racismo, la homofobia y el odio al inmigrante vayan a ganar las elecciones en países tan democráticos como Reino Unido, Francia y Holanda. Los que no se hacen preguntas siguen pensando que el aterrizaje de los camisas pardas llegados de la Europa del Este en 2009 fue solo una anécdota. Bueno, pues el feroz crecimiento del Jobbik húngaro que propone campos de concentración para gitanos, judíos y musulmanes, y la propuesta del danés Thulessen de poner barreras con Estocolmo y Malmoe porque se han convertido en el "Beirut escandinavo" da idea de lo que está al caer. Periodista