El 6 de diciembre de 1978 los españoles votaron mayoritariamente una constitución que cuarenta años después sigue en vigor sin apenas modificaciones. La Constitución del 78, en su capítulo 2, garantiza el ejercicio de derechos fundamentales, entre otros la igualdad ante la ley, la libertad ideológica, de expresión, de reunión y de asociación. Pero en los últimos cinco años algunos de esos derechos están siendo conculcados en virtud de la aplicación de leyes, como la denominada ley mordaza, o por la reforma del Código Penal, que el Tribunal Constitucional, compuesto a imagen de los partidos políticos, ha considerado constitucionales, pero que, en mi modesta opinión, atentan gravemente contra derechos fundamentales.

Este recorte de los derechos ciudadanos se constata de modo evidente en numerosos hechos de la vida cotidiana. Hace unos días la policía, por orden de la delegada del Gobierno en Madrid, incautó camisetas amarillas a centenares de personas que acudían con esa prenda a un partido de fútbol. Unas no expresaban nada y en otras podían leerse frases tan peligrosas como «Libertad» o iconos como un perfil del mapa de Cataluña con cuatro barras rojas. Al parecer, lucir esas camisetas podía incitar a la violencia e incluso al terrorismo.

Pocos días después, en la feria Alimentaria de Barcelona, se prohibió a varias personas lucir una camiseta con la bandera de Aragón y la leyenda «Catar jamón de Teruel», porque ese texto podía ser injurioso. Supongo que esos represores de la libertad de expresión y del sentido del humor se referían con ello a que Qatar, ese Estado tan «democrático y sensible» con los derechos humanos y que ha patrocinado al F. C. Barcelona, podría sentirse agraviado.

Y así, en una espiral de mala educación, grosería, nulo sentido del ridículo y recorte de libertades, unos y otros pitan a los himnos, banderas y símbolos que no consideran propios, a la vez que exigen respeto para los suyos o para los de quienes les pagan.

Entre tanto, un trío de jueces, aplicando el Código Penal a su manera, que para eso tienen independencia, sentencia que si cinco cobardes energúmenos meten a una muchacha en un portal, le tapan la boca, la reducen a la fuerza, la agreden sexualmente y la someten a todo tipo de vejaciones no han cometido una violación, sino simplemente unos «abusos continuados».

Menos mal que la víctima no llevaba una camiseta amarilla, porque en ese caso sus señorías hasta hubieran podido dictaminar que la joven estaba incitando a sus violadores.

*Escritor e historiador