Ajuzgar por el desastre del escrutinio de las primarias demócratas de Iowa, se diría que la semana no podía empezar peor para el Partido Demócrata; vista la enérgica reacción de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, al acabar el discurso de Donald Trump sobre el estado de la Unión, pareciera que los demócratas afrontan la gran contienda electoral por la Casa Blanca con renovada determinación. En realidad, las formas que se preveían en la campaña más enconada en décadas no han defraudado a nadie desde el primer día: el presidente se ha entregado al populismo grandilocuente y de reality show que le caracteriza, mientras los demócratas han subrayado la dramática división del país.

Nada es convencional en una campaña que ha dado los primeros pasos con un presidente que aspira a la reelección, ha sido sometido a impeachment y saldrá bien librado de la prueba gracias a la mayoría republicana en el Senado, pero, al mismo tiempo, saldrá señalado del trance habida cuenta del peso abrumador de las pruebas y testimonios que esta misma mayoría ha impedido que se incorporaran al proceso. Asimismo, todo se sale de la norma cuando a las primeras de cambio, el candidato del establishment demócrata, Joe Biden, queda en cuarto lugar en Iowa por detrás de Pete Buttigieg, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, representantes de diferentes versiones renovadoras.

Esta atmósfera enrarecida tenderá a viciarse conforme avance la campaña en la medida en la que Trump necesitará desarrollar un discurso que neutralice las referencias de todos los días a su forma de salvar el impeachment, cuyo primer eslogan salió en el discurso del martes de la boca del presidente: «La gran remontada estadounidense». A lo que los demócratas responderán con fuego graneado en cuanto la carrera para la nominación se concrete en dos o a lo sumo tres candidatos con posibilidades, dispuestos a hacer posible un ticket potente para el 3 de noviembre.

Hasta que esto suceda, la división debilitará los ataques a Trump, que no por más variados tendrán efectos más contundentes. De ahí el significado de actitudes como la de Nancy Pelosi o el hecho de que el Partido Demócrata escogiera a Gretchen Whitmer, gobernadora de Michigan, para responder a la alocución de Trump en el Congreso: ella se hizo con el puesto en el 2018 en un estado en el que dos años antes el presidente ganó a Hillary Clinton por solo 11.000 votos. Y si Trump apeló entonces a los trabajadores industriales de Michigan golpeados por la crisis, Whitmer se dirige ahora a los que «no tienen suficiente dinero a final de mes después de pagar sus préstamos universitarios o sus medicinas».

Lucha sin cuartel, mensajes simples y competición a cara de perro: ese será el tono hasta el final. Quizá sea el ambiente en el que mejor se desenvuelve Trump, incapacitado para el debate ideológico y los tecnicismos académicos. O quizá sea este el entorno adecuado para movilizar a cuantos indecisos puedan pensar en los próximos meses que cuatro años de Trump fueron suficientes.