Como esos futbolistas bisoños que debutan en una rueda de prensa y, para pasmo del personal, no caen en los aburridísimos tópicos de los de su especie, el subsecretario de Fomento, Mario Garcés, también se salió hace unos días del guión. Lo hizo a cuenta del menosprecio que las autoridades francesas --y las españolas-- exhiben para con los pasos transfronterizos aragoneses. El exconsejero del Gobierno de Rudi se mostró "convencido" de la pronta resolución del conflicto. Pero en lugar de esgrimir argumentos manidos, Garcés se agarró a una descarnada verdad. "Estamos en plena campaña", proclamó, aludiendo a la cercanía de los comicios europeos. Y se quedó tan ancho. Los votantes estábamos acostumbrados a que, durante los meses previos a las elecciones, nuestros representantes nos regalasen los oídos con toda suerte de ofertas, logros y promesas. Como en un outlet. Pero no nos habían entrenado para que lo hicieran sin disimulo. De todos modos y por honrado, bienvenido sea el gesto del locuaz político oscense, aunque finalmente el ninguneo galo --y el español-- permanezcan casi inalterados. Visto lo visto, resulta evidente que la voluntad de nuestros representantes, tan permeable a la cercanía de las jornadas electorales, no vale después para mucho. Si así fuera, más nos valdría que se celebraran elecciones permanentemente. Pero nos pasaría como al protagonista de La Historia Interminable, Bastián, quien, además de verse inmerso en un relato sin fin, acaba viviendo en un reino llamado Fantasía. Periodista