Con la inestimable colaboración de personajes como el nuncio Scarano o Messi, de multinacionales como Apple y de grandes familias, Europa sufre un saqueo fiscal de un billón al año. Los países de la UE llevan tiempo haciendo señales de humo para acabar con esta sangría, pero son tan inútiles que ni siquiera en campaña electoral han sabido articular un mal discurso. Montoro dijo que publicaría la lista de los 569 grandes defraudadores españoles que aparecen en la lista Falciani pero, ¡ay!, no acaba de modificar la ley que lo haría posible. Y ahí tenemos a Falciani, el gran destripador de secretos bancarios, compartiendo cartel a las europeas con Raúl Burillo, el superinspector de Hacienda de Zaragoza que está a punto de descubrir el misterio de la piedra filosofal: "Que te explique Falciani cómo funciona el secreto bancario es estar dentro del enemigo". La laxitud europea ante el expolio fiscal contrasta con la decidida política de Obama, que ha puesto de rodillas al CreditSuisse (1.800 millones de euros de multa) por ayudar a sus clientes norteamericanos a evadir impuestos. Por algo los americanos han lanzado al estrellato al economista francés Thomas Piketty, quien explica que el capitalismo es incompatible con la democracia y que si no se suben los impuestos al capital la desigualdad seguirá creciendo. Su tesis es que el capital se ha vuelto depredador y salvaje, y está haciendo retroceder a Europa a los tiempos de la gran guerra, a la tiranía de la riqueza heredada. Pero de esto, en campaña, ni mu. Periodista