Vuelve la Dirección General de Tráfico a amedrentar al personal con una campaña de propaganda en la que muestra sangrientos accidentes. Pero a la vista de los resultados, no parece que resulte muy eficaz, pues el número de siniestros y de fallecidos es prácticamente el mismo que el año anterior. El problema de fondo, como en tantas otras cosas, por ejemplo el consumo de tabaco, es la tremenda contradicción sobre la que se sostienen estas campañas. Se permite comercializar vehículos que superan ampliamente los 200 kilómetros por hora a pesar de estar prohibido circular a más de 120, se otorgan licencias para conducir ciclomotores a muchachos de 14 años sin otro requisito que un mero trámite y se consiente que circulen por carretera esos pequeños vehículos de cuatro ruedas cuyos conductores no necesitan el permiso reglamentario. El fondo del problema es que todo este tinglado de los vehículos a motor mueve una cantidad de dinero tan gigantesca que, de verdad, nadie está interesado en que las cosas cambien. Y mientras tanto, la hipocresía se mantiene. Nos recomiendan que no fumemos pero se subvenciona la producción de tabaco y se cobran impuestos por su consumo, y nos dicen que no corramos en carretera, pero se venden coches cuyo principal reclamo es su altísima velocidad. Mueren a miles fumadores con los pulmones podridos y conductores en sus flamantes vehículos pero nos rasgamos las vestiduras por ello sin poner otro remedio que anuncios apocalípticos y multas. Lo dicho, pura hipocresía.

*Profesor de universidad y escritor