Para los que vamos teniendo cierta edad la reivindicación del Canfranc es algo casi como una compañera fija de la vida política social, un pitido constante, el sordo y sostenido grito de ese Aragón ensimismado, aislado, desvitaminado por el franquismo y por la emigración, pero siempre orgulloso e irredento, y dispuesto a volver por sus fueros.

Ahora, tras cuarenta años de manifas y pancartas, sentadas y canciones, aplazamientos y engaños, siendo el Canfranc más lento que el tren de los avestruces de Aurora y Alberto Gambino, el convoy se pone en marcha en dirección a Europa.

Su próxima dinamización tiene que ver con la progresiva importancia de Aragón como territorio logístico. Los polígonos industriales de las grandes capitales y poblaciones con mayor pujanza empresarial han desarrollado tal potencial de almacenamiento y distribución que las viejas comunicaciones se han quedado, eso, envejecidas, y hay que buscar nuevas vías para llegar más lejos con nuestros productos, o recibirlos desde cualquier parte del mundo, abaratando costes. La nueva terminal de carga ferroviaria en Monzón supondrá, en este mismo sentido, otro refuerzo para enlazarnos con el puerto de Barcelona y con la Comunidad Valenciana, jalones tan naturales de nuestras exportaciones como debería haberlo sido desde hace décadas la frontera francesa, de haberse conservado, apoyado y reforzado el ferrocarril de Canfranc.

Javier Lambán, presidente de Aragón, y Alain Rousset, presidente de Nueva Aquitania, se han apuntado un buen tanto al obtener financiación europea, 7, 5 millones de euros, para habilitar y electrificar los tramos pendientes o deficientes de la vía en ambos territorios, con el horizonte de ponerla en funcionamiento en torno al 2020. Para Lambán, el nuevo paso es definitivo e irreversible. Una gran mayoría de aragoneses está deseando creerlo y celebrarlo pronto.

Si el ansiado proyecto del Canfranc llega a buen puerto será, precisamente, porque se ha redactado un proyecto serio y global. Así lo destacaba acertadamente el consejero de Vertebración, José Luis Soro, cuyo notable trabajo en infraestructuras básicas para el futuro de nuestras comunicaciones se está viendo recompensado con alentadores resultados.

La locomotora del Canfranc calienta motores, pero no ha llegado a destino.