Hoy volvemos a votar. Será por cuarta vez en cuatro años y obligados porque los políticos no han sido capaces de negociar un gobierno para España. No es nada malo. No vamos a la guerra. Solo hemos soportado varios meses de mensajes electorales (por mucho que la campaña oficial solo haya durado una semana) y hoy, en cuestión de un cuarto de hora como mucho, echamos la papeleta que más nos convence para ver si esta vez se consigue formar Gobierno. Pero sin ser una tragedia tener que volver a votar (¡cuántos lo querrían haber hecho en otros años!), esta situación lo que si ha provocado en los ciudadanos es un sentimiento de rechazo hacia los políticos actuales que se traduce en cansancio ciudadano al oír hablar a los líderes, pereza para ir a votar otra vez (aunque ocupe 15 minutos), e incredulidad hacia todos los mensajes y promesas que han lanzado, sobre todo, en estos últimos siete días. Y eso recuerda a otras elecciones que provocaron la muerte de la izquierda en el sur de España. Por indecisión de muchos.

Se ha formado así un grupo tremendo de españoles indecisos. Es verdad que últimamente siempre se dice, ante unos comicios, que los que no tienen muy claro a quien votar son los que, al final inclinan la victoria hacia uno u otro partido. Pero esta vez son muchos más. Primero porque hay muchos que están cansados de escuchar a los políticos. Llevan culpándose meses de no poder formar gobierno y de tener que repetir las elecciones, y desde abril han dado una sensación de querer y no querer pactar, de intentarlo pero frenarlo, en definitiva, de articular un bloqueo político que se ha hecho dueño de sus palabras, sin saber muy bien por qué. Y al final, han cometido la torpeza de trasladar ese no pacto en forma de cansancio.

Pero, además, en privado, al menos en Aragón y seguramente ocurrirá en buena parte del territorio español, y también entre los líderes nacionales, la mayoría de políticos y candidatos que tenían que volver a ponerse en fase campaña decían que les daba mucha pereza. Lo han transmitido perfectamente a los votantes. Ha habido mucha pereza a la hora de escuchar sus mensajes en esta semana, la hay a la hora de ir a votar....

Y junto a todo esto, la incredulidad que siempre tienen los españoles hacia los políticos se ha acentuado más. Porque es verdad que se han prometido en pocos días muchas cosas. Aquí, en Aragón, la provincia de Teruel sale muy bien parada, con más anuncios de mejoras en su ferrocarril, pero también con acciones puntuales en el BOE a favor del fin de la trágica N-II, o con grandes noticias como la llegada de Amazon a España (se supone que el miércoles dirán que es a Villanueva del Gállego, El Burgo de Ebro y Huesca, como ya se ha anunciado)... En fin, corta campaña pero intensa en promesas y casi realidades. Pero todo está rodeado de mucha incredulidad, más que si estos anuncios se hubieran realizado hace un año.

Si a esto se añade lo vivido antes de campaña (o sea, Cataluña y Franco) y lo que ha ocurrido esta semana en el debate de los candidatos a llegar a la Moncloa, la metedura de pata del presidente en funciones con la Fiscalía del Estado o el debate de las mujeres que también aspiran a ser diputadas, pues no solo se amplía ese cansancio, esa pereza y esa incredulidad, sino que son muchos los que se han convencido de que con estas elecciones no se va a acabar el bloqueo (por parte de quien sea) y por lo tanto se tienen muchas dudas de que vaya a haber gobierno de una vez.

Y a golpe de las torpezas de todos estos políticos, lo que se ha conseguido es llegar al 10-N con un número de indecisos tan alto que hoy se definirán de una vez. El peor día. Porque como la campaña no ha aclarado nada, sino que se ha enrevesado entre los partidos de siempre, se corre el gran riesgo de que uno de los más nuevos, el más antitodo, el que estaba dormido, se haya despertado y siga los pasos que otros españoles ya adelantaron. No puede ser que la pereza, el cansancio y la incredulidad que han forjado en una gran mayoría de españoles unos torpes políticos que dicen que aspiraban a todo, pero ahora están asustados, saque a flote el triunfo de los antepasados de nuestra Constitución. Probablemente a estas alturas de la jornada electoral todo estará muy hecho, aunque no lo sepamos hasta las 12 de la noche. La única ventaja es que ahora, al día siguiente de unas elecciones, no se sabe quién va a gobernar. Casi es lo que muchos desean antes de saber que los que deciden serán los mismos que los del sur. Si así es, los políticos se lo habrán ganado a pulso. Aunque lo paguemos todos.

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