Algo falla cuando un cantante como Pablo Alborán tiene que revelar a través de redes sociales, y en pleno año 2020, que es homosexual. Y falla aún más cuando se ve obligado a añadir: «No pasa nada, la vida sigue igual». Visto el vídeo de su «confesión», parece que está pidiendo perdón. Sí, ya sé que existen cavernícolas. Siempre los habrá. Pero condicionar nuestra vida por lo que puedan pensar unos descerebrados carece de sentido. Ignoro qué tipo de público tiene este joven, pero estoy convencido de que a la inmensa mayoría no les importa su inclinación sexual. A muchos lo que nos preocupa es advertir que hoy en día todavía son necesarias estas confesiones.

También me sorprende que un fenómeno como Kase O haya tenido que pedir perdón por un problema que no es suyo. El cantante comentó en Instagram lo que veía en un documental sobre la vinculación entre vacunas y autismo. Ni valoró ni juzgó lo que se explicaba: solo contó lo que veía. El problema lo tiene ese tipo de personas que oyen sin prestar atención, interpretan lo que les sale de la entrepierna y se lanzan ofendidas al teclado para sentirse a gusto con insultos. El genial cantante aragonés no necesita pedir perdón por hablar. Es algo que, por suerte para quienes estamos hartos de tener que agradar a los ofendidos, no ha hecho Enrique Bunbury, a quien le han caído sartenadas de críticas por hacerse eco de las teorías conspiratorias sobre Bill Gates. Hacerse eco significa, como hizo Kase O, retuitear un mensaje, pasar la bola, transmitir una noticia, difundir un contenido. Algo falla en este país cuando hay que pedir perdón por ello. Como decían en La leyenda del indomable, lo que tenemos aquí es una falta de comunicación.

*Editor y escritor