Asistimos a las elecciones de la metrópoli sin poder hacer nada, ni votar, ni responder a encuestas. Somos hispanos de tercera. Asistimos con la emoción de saber si habrá pucherazo otra vez, si estarán amañadas las complicadísimas tarjetas perforadas. En esta previa a las elecciones mundiales, da un poco de asco ver la cobertura gratuita que los medios occidentales prestan al fantasmón asesino de Bin Laden, que manda un vídeo y enseguida le damos las portadas, las aperturas, póster en color, lo que quiera. Es la misma cobertura gratuita que en su día le dábamos a la banda terrorista vasca, todos los días, a todas horas: basta un comunicado de archivo para darle cancha ilimitada. Toda esa basura terrorista tiene que ir a breves. El que quiera publicidad que la pague, que ahí están las tarifas.

Estamos en capilla, esperando las votaciones de ese continente prodigioso, en el puente de Todos los Santos, que es de los mejores porque cae en principio de visa, de mes. Cada primero de mes renace el mundo y brillan los catálogos por los buzones como una gozosa anunciación. Cada primero de mes, aunque no sea día de difuntos, renace el jolgorio y la esperanza obrera, las fábricas de autos prensan la chapa con alegría y los hipercores se llenan de familias momentáneamente unidas. Luego todo se derrumba a media semana, con la hora rota, los amaneceres llenos de agujeros negros y las tardes medio desiertas. Menos mal que hoy es fiesta, que los difuntos nos hacen este homenaje impagable de darnos un lunes para olvidar el precio del gasógeno. Mientras esperamos el desenlace de las elecciones, desde esta remota eurorregión a medio estrenar disfrutamos de los últimos días en los que no se menciona la Navidad.

El Zaragoza arrasó a un Sevilla que era la revelación y nadie duda de que la derrota ante el Tarragona fue una decisión (inconsciente, tácita) acertada. La Romareda vibraba como si ya estuviera en obras, con el Servet al fondo, la estatua nueva, estatua gay del multihereje, heterodoxo: se deberían dar premios Nobel retroactivos. Daba gusto ver al equipo arriba y abajo, disfrutando y sufriendo, como si el campo ya estuviera un poco movido. Hacienda quiere cambiar de sede en Zaragoza (hay una partida en los PGE), y contempla instalarse en el rascacielos de la futura Romareda.

*Escritor y periodista