Agencias intergubernamentales y demás entes que deciden cómo debemos pensar vienen desplegando sus esfuerzos para que visibilicemos (verbo del año) a la mujer en el deporte, en el cine, en las series de la tele o en la ciencia. Cuando la realidad siempre ha puesto ante nuestros ojos claros ejemplos femeninos. Otra cosa es que esos mismos poderes las hayan convertido en invisibles. Basta con saber mirar, con que los informativos profundicen más en las noticias, en mostrar la vida tal cual.

Carola Rackete, una de mis heroínas, no ha necesitado campañas. Hasta diría que le molesta la expectación levantada por un asunto que la humanidad no debería haber permitido que sucediera. Capitaneando un barco se ha visto obligada a hacer frente a un ejército para salvar cuarenta vidas.

Se le acusa ahora de violencia contra la armada y provocación de naufragio. En realidad, es culpable de avivar una llama extinguida: la de la dignidad. Alguien debe decir claro y más alto que esta mujer no estaba traficando con personas, que simplemente ha obrado como debía.

Sus detractores esgrimirán las mismas razones que vienen dando: Italia es para los italianos y los Estados Unidos para quien tenga dólares. ¿Y eso por qué? Porque siempre ha sido así, me responden. Desde que el mundo es mundo.

El mundo no siempre fue mundo. Es más, nuestro planeta tardó millones de años en albergar vida, y más aún, vida inteligente. No siempre hubo esto que ahora concebimos como países, ni siquiera había continentes separados por las aguas. Dice la ciencia que durante una larga época toda la tierra firme formaba algo así como una amalgama, que luego se iría dispersando en grandes bloques que todavía flotan a la deriva produciendo terremotos.

Dicen que hubo muchas especies de homínidos y de humanos. El primero o primera que entró en lo que hoy es Europa venía de lo que hoy viene siendo África. Hubo migraciones, muchas, desde que apareció la vida. Grandes éxodos forzados por los cambios climáticos: glaciaciones, desertificación… antes de que las fronteras fueran inventadas. En la historia reciente, en estos insignificantes últimos siglos, millones de europeos huyeron del hambre hacia América, a la del Norte y a la del Sur. Europeos y americanos explotamos y masacramos África, sin que nadie nos pidiera papeles en la aduana.

Y ahora que, no es que haya pocos recursos, sino que están en manos de pocos, nos sacamos la regla de «mi pueblo para los de mi pueblo» y que si el derecho internacional, que si la soberanía, y que si las fronteras de toda la vida de Dios. Hace falta que una mujer se enfrente a la armada, que obre guiada por el sentido común, para que los miserables muestren su rostro real y nuestra dignidad despierte. Me uno a la tripulación de señora Racket. Mi capitana.

*Escritor y profesor de universidad