Justo hoy se cumplen ocho años de aquel día en el que el maná parecía que había llegado a Zaragoza de la mano de un empresario desconocido de nombre divertido. Tanto tiempo después ya no queda nadie que no conozca a Agapito Iglesias y que no sepa verdaderamente quién es. Nada que ver con aquella figura angelical, al que el dinero se le caía de los bolsillos, con la que se le presentó interesadamente. Por supuesto tampoco una víctima, sino un presunto cómplice desde el segundo uno de una estrategia transversal que ha acabado en los juzgados y, posteriormente, protagonista principal de la destrucción del Real Zaragoza, que se debate entre la supervivencia y la desaparición por su terrible gestión.

Estos ocho años de Agapito Iglesias se sintetizan con sencillez. La SAD está al límite, pendiendo de un hilo y de que cristalice alguna negociación salvadora de venta. Aunque Javier Láinez y el empresario alemán que lo respalda no se dan por vencidos, el soriano lo tiene todo acordado con un grupo de aragoneses ligados mayoritariamente al sector inmobiliario y a los que ha puesto cara Mariano Casasnovas, porque de su complicidad con Iglesias nació todo, aunque nada es como fue en su origen y en el futuro aún lo será menos. La gestación de este grupo fue atribulada. Luego hubo disensiones e incorporaciones, apremiadas por la cuenta atrás a la que está sometida la SAD. El Zaragoza necesita entre siete y nueve millones, aunque los promotores de este grupo reducen a tres la cantidad acuciante, para sobrevivir a la amenaza de un descenso administrativo.

Ha sido este inquietante apuro el que ha provocado que la formación de este grupo se haya producido a toda prisa y que su proyecto esté todavía verde y muy deslavazado. Solo hay ideas y algunas líneas maestras: tienen músculo financiero para el corto plazo, para salvar el match ball del 30 de junio y no mucho más; a medio plazo necesitan irremediablemente el respaldo de algún fondo internacional, bien directamente o bien a través de la llegada de capital riesgo; su intención no es irse pasado mañana sino tratar de rentabilizar su presencia en la SAD; están dispuestos a asumir las cargas de Checa y Cuartero con la alargada sombra de sospecha que ello conllevaría y, a bote pronto, intentarán cautivar al más puro estilo Agapito.

Los que están detrás de Casasnovas, que simplemente es el más osado de todos, tienen caras y ojos. Es obvio que en algún momento cometieron un serio error estratégico. Por eso sería saludable que, más pronto que tarde, pongan cara y ojos a su proyecto. Si firman se les exigirá más seriedad. Y limpieza, credibilidad, libertad y mucha responsabilidad.