No vengan a EEUU, fue el mensaje que este domingo el gobierno Biden se afanó en defender en las principales cadenas de televisión del país. Al llegar a la presidencia en enero, el demócrata ordenó la reunificación de los niños migrantes con sus familias, puso fin a la construcción del muro fronterizo y pidió revisar de los programas de inmigración legal cancelados por su predecesor. La recomendación era no vengas ahora, pero las cifras de migrantes que intentaron entrar en febrero,100.400 personas por la frontera mexicana, han endurecido el discurso.

Las caravanas de migrantes que salen de Honduras desde 2018, y a la que se van sumando ciudadanos de Guatemala, El Salvador y México, recorriendo más de dos mil kilómetros a pie, en autobús o en cualquier medio precario que encuentran hasta llegar al muro que pone fin a sus esperanzas en la ciudad fronteriza de Tijuana. Miles de centroamericanos tratan de llegar a Estados Unidos atraídos por el efecto llamada del nuevo presidente, pero siguen siendo expulsados de forma masiva hacia México.

Huyen de la pobreza, la violencia, el hambre y la falta de oportunidades intentando alcanzar la frontera sur estadounidense. En gran parte de los casos se trata de familias enteras, incluso con niños en brazos, que escapan de la muerte. Como dice una migrante hondureña “en mi país te matan o te morís de hambre”.

Este flujo de personas ha decidido unirse para no depender de mafias, de estafadores y no ser víctimas de trata. Van de cara, han dejado la invisibilidad para protegerse y hacer evidente un éxodo continuo de los países empobrecidos de la región a los que nadie les ofrece respuesta.

Han preferido la luz a las sombras, y aun así solo han recibido agresiones, como los ataques mexicanos, el caos centroamericano entre las viejas políticas de Trump que obligó a gestionar en México el asilo humanitario, las nuevas medidas aprobadas por Biden, que acepta el ingreso de 50 personas diarias y el agujero de pobreza en que se ha convertido Centroamérica, agravado por los recientes desastres naturales y la covid-19, como argumento para perjudicar siempre a los más débiles.

Biden promete aliviar la oleada en la frontera mientras los republicanos perciben una oportunidad política para volver a infundir miedo. Emigrar no es un delito, solo es el deseo de querer una vida mejor, cuando la tuya es insoportable. Los migrantes que continúan en su empeño, por mucho despliegue militar o acorralamiento con helicópteros, recuerdan que todo sacrificio tiene su recompensa. No siempre es así, a algunos la vida no les da ni un segundo de tregua.