Fue ayer un día de tristeza y emociones para Andorra y las cuencas mineras. El cierre de la central térmica, que durante los últimos 40 años ha marcado social y económicamente la zona, pone punto y final a una industria que generó riqueza en la zona pero que estaba condenada a desaparecer por las directivas europeas que plantean un sistema energético más limpio y que aboga por las renovables. Por eso, toca mirar ahora más que nunca al futuro, dejarse todos de lamentos y remar en la misma dirección para que lo que antes era una amenaza y ahora es ya una realidad, se convierta cuanto antes en una oportunidad de futuro.

El cierre de la térmica deja en la mesa un primer problema para el que se deben adoptar medidas urgentes: más de 300 familias se quedan en el paro. Los planes de transición justa siguen siendo difusos y poco se sabe de cuál será su desarrollo. Endesa contempla una inversión millonaria para reconvertir su industria y la zona en energías renovables, por lo que el primer paso es formar a esas personas que hoy se quedan en la calle para que puedan reengancharse cuanto antes a las nuevas empresas que se pueden instalar en la zona. Hace más de un año, el Gobierno de Aragón habló de cinco compañías interesadas, pero la realidad es que en estos momentos ninguna de ellas está implantada. Ni siquiera se conoce su nombre.

El cierre de la térmica es un final anunciado y parte de un fracaso colectivo, por no haberse anticipado nadie a lo que era una realidad esperada y conocida. Se ha actuado con pocos reflejos desde todas las administraciones y ninguna de las ayudas recibidas se ha invertido con cierta lógica y planificación en estas comarcas. Por ello, es el momento de revertir esta tendencia y ponerse manos a la obra El carbón y la térmica ya son historia, una historia muy importante, pero ahora más que nunca toca mirar al futuro. Las gentes de esas comarcas lo merecen.