La líder madrileña de Vox ha hecho unas declaraciones sobre la celebración del Orgullo LGTBI que, en mi opinión, constituyen una falta de respeto. Rocío Monasterio ha asegurado que dicha fiesta da «una visión denigrante» y es «una caricatura que muchos no comparten». Y Monasterio, en una entrevista en La Contra TV, concluye: «Cuando una madre y un padre salen a la calle del portal de su casa no tienen por qué encontrarse ese espectáculo en el que se denigra la dignidad de la persona» con exhibiciones poco decorosas y actos sexuales explícitos. No sé por qué Monasterio se siente en la necesidad de proteger a todos los madrileños de supuestos comportamientos denigrantes, porque somos muchos los que no nos sentimos agredidos durante el Orgullo.

Tampoco entiendo -o sí- por qué la dirigente de Vox piensa que las familias que salen de los portales las forman un padre y una madre propensos a la alteración. Habrá padres y madres que no se escandalizarán, digo yo. Pero, sobre todo, da por hecho que ese día solo abandonan los portales familias de un único modelo, obviando que también salen de casa padres o madres divorciados o parejas de dos madres o de dos padres o qué sé yo, que o bien aplauden la celebración o directamente les da igual, porque la ven como una movilización más de las muchas que se producen diariamente en Madrid.

No es obligatorio ir a las fiestas del Orgullo LGTBI, pero el colectivo tiene todo el derecho a salir a la calle. Seguramente, Monasterio se siente más cómoda con las reivindicaciones de Hazte Oír. De hecho, suscribió un manifiesto en el que criticaban la prohibición de las terapias para los gais. Igual que a ella le puede parecer bien que se pasee por la ciudad el autobús de los penes y las vulvas infantiles, a otros les parecerá mejor el mensaje de tolerancia que se lanza en las fiestas del Orgullo.

A ver si ahora resulta que se pueden plantar en las puertas del Congreso a hablar de órganos sexuales ajenos y los demás se tienen que ir a un descampado. Y de ahí, al armario. H *Periodista