La cita con las próximas elecciones europeas comienza a calentar motores, o a menear los landós de las viejas diligencias y carrozas que a uña de caballo, y pegando codazos, o bandazos, hacia Estrasburgo y Bruselas se dirigen.

Los partidos grandes, PSOE y PP, han elegido como cabezas de cartel a sendos políticos del pasado, Jaime Mayor Oreja y José Borrell. Dos carrozas, ya remozadas, procedentes del siglo anterior, donde ya eran viejos, o nunca alcanzaron a ser jóvenes.

Mayor Oreja fue siempre un señor vascongado y, en efecto, mayor, que hablaba un poco como un médico de cabecera, de los que sostienen la mano del paciente mientras le hincan la inyección o le obligan a tragar aceite de ricino.

Por su parte, Borrell, el jacobino, trasvasista retro, ha ido siempre, sin confundir a casi nadie, de avanzado, pero tampoco ahora, a pesar de haber visitado al sastre de sport de Felipe González y la peluquería de Jesús Caldera, que los efebiza a todos, da el pego sino al incondicional de su causa.

A este concurso de carrocería antigua se ha presentado también la carroza de Luisa Fernanda Rudi, que ya no es la calabaza mágica y rodante de Cenicienta, sino un tiro cansado que precisa reparación y descanso. Rudi accede a Europa por la vía de la compensación, esa curiosa norma, no escrita, que sólo funciona en política, no así en la empresa ni en la vida laboral. Después de haber sido presidenta del Congreso, y de haber desollado a gusto a sus señorías rebeldes, una triste y opositora función secundaria limitada a oprimir el botón debía parecer escasa recompensa para tan alta función, y de ahí que se le haya mejorado el destino. En su lugar, tal como, en cualquier caso, estaba previsto, ocupará el escaño la concejal zaragozana Verónica Lope, cuya aportación a la comisión de cugtura , y al programa ministerial de Carmen Calvo, puede resultar diferente .

Para obtener su plaza europea, doña Rudi, cosas de la vida, y del partido, se ha visto obligada, supongo que muy en contra de su voluntad, a apartar de la plaza, de un bolsazo, a su buena amiga y compañera María Antonia Avilés, procedente, también en el pasado siglo, del centrismo suarista. La señora Avilés, que había currado lo suyo en Europa, se ha quedado compuesta, o descompuesta, y sin escaño, y a la expectativa de que la ley de la compensación, en su mágico taller, le repare los daños originados y la ponga de nuevo en vías de seguir viaje.

La campaña, que ya está aquí, nos desvelará si estas elecciones son, en efecto, europeas, o una especie de revancha por el revolcón del 14-M. Si hay programa, compromiso, europeísmo, o nos vamos a tirar los trastos unos a los otros por quítame allá un Otegui o un Carod. Si Mayor y Borrell son idóneos para representar los intereses continentales de nuestro país, o meros sucedáneos, por la ley de compensaciones, de sus señoritos patrios. Si Mayor Oreja y Rudi, y Luis Herrero, seguirán defendiendo la guerra de Irak y el trasvase del Ebro, o piensan reconvertirse en súbitos ecologistas y pacifistas de pro.

Dejémosles que hablen, que prometan. Es la hora de una nueva campaña.

*Escritor y periodista