Estimado señor Azcón, alcalde de todos los zaragozanos.

Me dirijo a usted porque empiezo a tener una edad en la que lo que menos me apetece es meterme en una bronca, y cada día que salgo a la calle me entran ganas de liar una. No tiene usted por qué saberlo, pero soy asidua pasajera de los transportes públicos. Durante esta pandemia, los he utilizado con cuentagotas, más que nada porque no había adónde ir. Pero ahora, de vuelta a ese concepto-engendro que es «la nueva normalidad», uso a diario el bus urbano. Y últimamente miro a mi alrededor y veo que la gente lleva la mascarilla de aquellas maneras. Muchos por debajo de la nariz (hay un meme en el que alguien compara esa costumbre con llevar calzoncillos con el pene fuera); otros que se la quitan para hablar por teléfono; y otros que, simplemente, suben, pasan el trámite del conductor y luego se la sacan.

Verá, señor Azcón: creo que se impone colocar unos carteles muy gráficos y contundentes de cómo hay que llevar la mascarilla en el bus. No basta con llevarla: hay que llevarla bien. Por respeto al pasajero que va a tu lado, y por salud. A mí también me da calor, yo también me la olvido. Pero no vamos a ser los demás pasajeros los que advirtamos a las personas incívicas de cómo se tienen que comportar. Sobre todo, porque nunca sabes con quién te vas a encontrar, que la gente está muy loca. Y porque quien conduce el autobús no debe hacer funciones de policía, que tampoco le tocan. ¿Pensaba que le iba a pedir algo difícil? Qué va, las acciones que más benefician son las más simples. Por ejemplo, la de poner gel desinfectante en los autobuses, medida que aplaudo desde aquí. Pues nada, solo era eso, yo ahí le dejo la idea.

*Periodista