Nuestro tiempo, un tanto hostil, exige firmeza y coherencia en las propias convicciones para reforzar la verdadera razón de ser de la humanidad. Sobreabunda, en general, una atmósfera social relativista y evanescente que orienta la conducta de las personas hacia un conformismo acomodaticio que inspira sobrecogimiento. Los actos que se repiten paulatinamente engendran costumbres y estas alumbran hábitos. Nos estamos acostumbrando fácilmente al cepo del superdesarrollo social, a las empresas rentables deshonestas, al genocidio abortivo sagazmente camuflado, a guerras prácticas y lucrativas, a la tribu frente a la familia, a sustituir el pensamiento por la publicidad, la lectura por la televisión, el silencio por el ruido, las ideas por los tópicos, juzgar a los demás sin entrar en el análisis de uno mismo, a las discordias, envidias, iras, murmuraciones y un sinfín de realidades que alarman por su prolífica difusión al comportar un sometimiento sigiloso que configura una extraña "moral de situación" que hace vacilar el comportamiento del ser humano. Ordenar con perfección nuestra conducta guiada por el sentido común y un raciocinio cultivado, puede ser el filtro que retenga y deseche las secreciones de la malentendida modernidad. --Vicente Franco. (Zaragoza)M