Han salido con pegatinas, cazuelas, pitos, brazos y voces a gritarle al mundo que ellos no. Que no son moneda de cambio. Que no entienden porqué ellos se tienen que ir de sus casas para que otros vivan en las suyas. Que eso no es solidaridad. Que eso es, simplemente, chantaje.

Artieda se pregunta, y los miles de personas que hoy nos sentimos vecinos de este pueblo, qué mente puede justificar no se qué beneficios a cambio de que un pueblo, otro pueblo, tenga que ser abandonado. Que otro pueblo pierda los recursos de los que vive, pierda los rincones donde jugaron los niños, los caminos que atesoran tantas historias de novios, las paredes que esconden tantos secretos...

Artieda, hoy, somos miles. Y todos estamos detrás de los niños, las abuelas, los hombres que no pueden reprimir su rabia. Tras las decenas de personas que ayer y hoy se enfrentan con sus canas, sus varices y su energía a una expoliación con sordina, a la tragedia anunciada del abandono --en este caso obligado-- del medio rural, del que nos da de comer...

Por un Artieda vivo, por un Pirineo vivo, por todos los pueblos vivos.

-- Sntiago Campos. (Zaragoza) M