El correo trae carta de Gaspar, el rey mago de Izquierda Unida. Con el oro de la paz, el incienso de la ecología y la mirra de la justicia social.

Es la de Llamazares una carta humilde, encabezada por su humilde foto, y en el reverso, para, humildemente, aprovechar el papel, otra impresa misiva de los candidatos y candidatas de la Coalición Izquierda Unida de Aragón-Los Verdes. En el sobre, además, vienen dos papeletas al Congreso, con la lista por Zaragoza que encabeza José Manuel Alonso. Han debido olvidarse de la papela del Senado, en cuya terna concurre Jesús Lacasa. Un pequeño fallo sin mayor importancia.

Las campañas de Izquierda Unida están plagadas de pequeños fallos, sin mayor importancia, y por eso no acaban de lucir. Como si un antiguo pudor, y una dialéctica asimilación del márketing al sistema capitalista, impidiera que los cuadros electorales de Izquierda Unida utilizasen modernas técnicas publicitarias, el aire de sus campañas permanece anclado en la atmósfera de los setenta.

Y, sin embargo, el partido ha cambiado. Sus líderes --Adolfo Barrena, Lacasa, Alonso, el propio Llamazares-- poco tienen que ver ya con los Carrillo o Garrido, o con el iluminado Anguita, aunque hayan mantenido ciertas esencias ideológicas. Sus inquietudes son otras, y otros sus mensajes, pero el envoltorio, el lazo electoral, sigue emanando, ya digo, un perfume a naftalina.

Y el caso es que ellos y ellas, los candidatos, se expresan en un lenguaje de relativa modernidad. Suelen mostrarse combativos, críticos, y a menudo resultan convincentes. Su capacidad persuasiva puede medirse en proporción a su oposición al poder. Al PSOE, antes, de manera más moderada; al PP, ahora, con directa frontalidad. No puede olvidarse, por ejemplo, que Llamazares ha sido el diputado que con más razones, y en mayor número de circunstancias, ha hecho temblar el bigote de Aznar. El presidente en funciones, de hecho, le tiene un indisimulable paquete, y no pierde ripio para meterle cimbel, y para demonizar a la opinión con los demonios comunistas. Pero este médico asturiano, en absoluto divo, para nada mesiánico, y reconvertido en referente de la izquierda, no sólo ha aguantado el tipo, sino que le ha hecho bastante pupa con lo del trasvase y lo de Irak, y con la precariedad del empleo patrio.

Las ideas-fuerza de la Coalición, la paz, el antitrasvasismo, la igualdad, el Estado social, el federalismo simétrico, la justicia social y la protección del medio ambiente son fácilmente suscribibles por un espectro de población muy superior al que conforma su electorado. También sus cabezas de cartel, como decía, reúnen condiciones ideológicas, intelectuales y éticas como para competir con cualquier otro rival. Pero algo falla. Esos rostros que aspiran a representarnos carecen de conocimiento popular. Su voz no llega a todos los rincones, o llega con distorsión. Y el enamoramiento electoral, imprescindible para romper suelos y barreras, no se produce.

Por eso, IU haría bien en renovar, además de su corpus doctrinario, su imagen. En contratar los servicios de un mánager en exclusiva.

O, para que salga más barato, compartiéndolo con Membrado, que falta le hace.

*Escritor y periodista