Como un puñal en la espalda, los señores que deciden nuestro futuro han pensado que la única manera de que tengamos un campo de fútbol en condiciones era que éste tuviese una chepa de cuarenta pisos, un anexo incoherente como única forma de rentabilizar la construcción. Gracias, pues, a los que mandan por obligarnos a soportar otro abuso, última patada en la entrepierna de un urbanismo lógico, sostenible e integrador.

Puestos a hacerlo, hagámoslo bien. ¿Qué les parecería un mamotreto de cuatrocientas plantas? No es broma; esas trescientas sesenta alturas de más significan cientos de millones para los constructores y además, muchos miles de turistas intentando llegar "al cielo" para contemplar la ciudad a sus pies y dejando caer una lluvia de euros a su paso por el mastodonte. A la torre Eiffel también la consideraron una monstruosidad, y si la llegan a derribar...

--Omar Mateos Ausín. (Zaragoza)M