TRAFICO

Camino Miraflores

***Pilar Villagrasa

***Zaragoza

Estoy indignada y asustada. Mis hijos van al Colegio M. M. Escolapias de Santa Engracia, sito en Camino Miraflores, s/n.

Desde que abrieron el tercer cinturón pasan arbitrariamente y a gran velocidad vehículos por el citado camino, que si bien es transitable para la circulación no tiene salida ni entrada habilitada, regulada ni autorizada para acceder al citado cinturón.

El viernes 6 de febrero, a las 15.30 horas, un furgón a elevada velocidad atropelló a un pobre gato, dejándolo muerto y tirado en mitad de la calzada.

El impacto del animal con el vehículo hizo un ruido impresionante, que nos puede dar idea de la velocidad a la que circulaba. Sólo se trataba de un pobre gato, hoy o mañana puede ser alguno de nuestros niños.

En primer lugar, la acera anexa al colegio no puede recibir tal nombre, dado que hay tramos que no se puede circular nada más que en fila india, obligando a los usuarios a bajar a la calzada con muchísima frecuencia.

En segundo lugar, si esta entrada/salida no está autorizada (el camino desde el colegio hasta el acceso al cinturón está sin asfaltar, es de piedras) que clausuren el paso, bien con cadenas, vallas o con lo que sea.

En tercer lugar, creo que es más importante que la Policía de Barrio se dirija a las puertas de los colegios en los horarios de entrada y salida para regular estas y proteger evitando atropellos a los transeúntes que dediquen su tiempo en multar al pobre desgraciado que ha dejado el coche mal aparcado.

Si han de multar, que persigan a los que no respetan los límites de velocidad dentro del caso urbano, o que se sitúen en el bucherón que hace de entrada en el cinturón y multen a los que se quieren pasar de listos, y por ahorrar un minuto de su tiempo ponen en peligro las vidas de mis hijos.

SANIDAD

Medicina pública

***José Francisco Luz

***Teruel

Cómo médico afectado por las opiniones negativas que la actual huelga ha suscitado me apresuro a escribir que somos una mayoría los que hemos optado por la asistencia pública en exclusiva. Entre otras cosas porque entendemos que así despertamos mayor confianza en nuestros enfermos; confianza que resulta siempre imprescindible y mucho más en los casos de largos y tediosos tratamientos que exigen una enorme fe y disciplina por su parte.

Además, los altos costos de una medicina tan sofisticada como la actual nos lleva, queramos o no, a un sistema de retribuciones, de honorarios pactados. O, si se quiere, a un sueldo. Así lo vimos y así lo vemos. No caímos, empero, en la cuenta de que un Sistema Público de Salud, ubicuo y todopoderoso, cercena la libertad del profesional que no tiene alternativa laboral.

Quizá convencidos de que nuestra debilidad en adelante supondría un trato, no diré justo: que lo es por legal, pero si, generoso por la parte contratante que, por lo que leemos estos días, para algunos colegas no es. ¿Qué hacer pues que haga compatibles los derechos de los pacientes con las reivindicaciones del profesional que se considera maltratado? Ante todo, en mi opinión, evitar la huelga asistencial que contraviene al principio de beneficencia y resulta por ello escasamente eficaz. Quedan, no obstante, dos recursos por explotar dado nuestro triple cometido; asistencial, de docencia y de investigación. Sugiero, pues, que agotado el diálogo e informada la población, haciendo uso del constitucional derecho de huelga (art. 28.2), sea ésta de docencia e investigación. ¿Se imaginan el efecto que supondría que en un país, por tiempo indefinido, se apagara la luz de la docencia y la investigación?