SOCIEDAD

El materialismo legal

***Vicente Franco Gil

***Zaragoza

No es fácil valorar la ética cuando las circunstancias adversas azotan el bienestar social. Un mundo donde priman los derechos sobre las obligaciones y aún más, las expectativas abusivas frente a la recta moral, se suele olvidar de ciertos comportamientos que lesionan el valor absoluto de la vida. El art. 145,2 (del aborto) del Código Penal dice que "la mujer que produjere su aborto o consintiere que otra persona se lo causare, fuera de los casos permitidos por la ley, será castigada con una pena de prisión de 6 meses a un 1 año, o multa de 6 meses a 24 meses".

También el art. 334.1 (protección de fauna y flora) dice que "el que impida o dificulte la reproducción en especies amenazadas, comercie o trafique con ellas o sus restos, será castigado con la pena de prisión de 6 meses a 2 años o multa de 8 meses a 24 meses. Si se trata de especies en peligro de extinción, la pena se impondrá en su mitad superior". La letra de estos artículos estremece al pensar que el propio hombre se valora, cuando menos, por igual a las bestias que a las plantas. Además, se va a permitir la clonación terapéutica, abortos a la carta, sugestiva manipulación genética basada en el capricho, y todo ello bajo el amparo legal de un marco normativo huérfano de responsabilidad y de sentido común.

El ser humano no es un objeto de consumo susceptible de someterlo a la fascinación de un progreso científico que anula la libertad justificando la renovación de los tiempos.

TRAFICO

Muertes auspiciadas

***Francisco Rubio

***Zaragoza

Cada semana cuando se hace balance de las víctimas del tráfico cada brujo, sobre todo los responsables del organismo oficial, comienzan a cavilar una nueva fórmula para "salvarnos la vida" y que al mismo tiempo sirva para continuar recaudando la gran cantidad de dinero que este negocio produce. El gran montaje del invento, que es una mina, se acabará cuando los gastos sanitarios, para atender a los heridos, y lo que deban pagar las administraciones en desperfectos y demás (las muertes las pagarán hasta que quieran las compañías de seguros) sean superiores a los ingresos por los distintos impuestos y sanciones que "rapiñan" a los usuarios de los automóviles. A los gobiernos ya no les interesará el tema.

La fórmula es la siguiente, cuando alguien se compra un automóvil otro alguien le espera agazapado con varios artilugios, radar, helicóptero y el bloc y el boli para que este señor inocente que ha adquirido un coche que la administración permite que pueda correr a doscientos o más kilómetros por hora. Esa misma administración le limita la velocidad en sus carreteras a como máximo ciento veinte.

Esta es la golfería y una muy buena parte de la causa de las muertes que cada día se producen en nuestras carreteras. Hoy cualquier joven puede adquirir un "bólido" construido en su inmensa mayoría por plásticos y materiales que pesan menos que una pluma y que al mismo tiempo desarrollan velocidades mortales. ¿Por qué si no se puede circular por ninguna vía a más de 120 km/hora se permite que los automóviles alcancen velocidades "supersónicas"?

¿Por qué no se les obliga a las automovilísticas a poner menos potencia en sus motores y más seguridad en los componentes de sus automóviles? No es lo mismo sufrir un accidente en un cascaron de huevo a 160 km/hora que tenerlo como máximo a 120 viajando en un vehículo más sólido y más seguro. Hay que denunciar a los gobernantes que cierran los ojos ante los coches que corren a 200 por hora mientras las leyes sólo permiten hacerlo a 120. Esto es como el que suelta a un pajarillo y cuando este empieza a volar le descerraja un tiro.