Dentro de algunos años se estudiará Vox como un fenómeno de la Iberia atávica, pero las urgencias del presente electoral colocan a la formación ultra en página de actualidad y boca de todos.

De Pablo Casado, para comenzar. El líder del PP no acierta explicarse cómo es posible que la mayoría de las encuestas, incluidas algunas selladas en la sede de Génova, le atribuyan una sangría de votos, traducidas en una hipotética pérdida de entre cuarenta y sesenta escaños.

¿Qué será lo que ha hecho tan mal, si está recién llegado, si apenas acaba de poner los pies en las antesalas del poder? Sus equipos, los mismos que derrotaron en las primarias a Dolores de Cospedal y a Soraya Saénz de Santamaría, tampoco entienden que el pronóstico del 28 de abril les dé tan bajo.

¿No será el culpable Mariano Rajoy? ¿No les habrá legado, con sus melindres, su mano blanda, ese estigma de la derechita cobarde?

Casado, mucho más próximo al valiente Aznar, a quien no arredraron guerras, ha definido su partido como el centro derecha liberal--conservador. ¿Es posible ser todo eso a la vez? Algunas de las medidas prometidas por Casado no parecen especialmente liberales, ni siquiera centristas, ni siquiera centradas, pero su márketing político aconseja ocupar el mayor espacio posible. Sobre todo, si hay que ir en detrimento, en este caso, de Ciudadanos y Vox.

En medio de ambos, de los alegres liberales, un poco conservadores, un poco de centro derecha, de Rivera y de los hoscos nacionalistas, estos bien a derechas, entre Franco y Hitler, de Abascal, Casado está empezando a sentirse como un bocadillo, sabroso, sí, pero temeroso de que las fauces electorales lo engullan en una papilla de siglas.

No quiere pactar, ¿o sí? No quiere aliarse, ¿o sí? Acaba de invitar a Rivera y a Abascal a no dividir el voto (¿cuál, el liberal, el conservador, el de la derecha, del centro--derecha...?) y, para ello, a no presentarse por las pequeñas provincias. ¿Cuáles serán Estas? ¿Huesca y Teruel, por ejemplo, en Aragón?

Una invitación que no ha sido aceptada por los invitados. Todos quieren participar, faltaría más, del menú electoral.