En los últimos años frecuento las calles del Casco histórico de Zaragoza. Hay que reconocer que en relación con su situación y apariencia, ha cambiado sustancialmente gracias a los múltiples afanes municipales, en primer lugar, y también de las asociaciones de vecinos, entidades ciudadanas de muy distinto signo, comerciantes, y nuevos vecinos que han apostado por vivir allí. Es inevitable la comparación con otras ciudades españolas o no, de las que se aprendió a la hora de plantear los objetivos de rehabilitación y hay aspectos a seguir mejorando, sin duda. Lo primero que llama la atención es la limpieza de las calles a cualquier hora. Y en absoluto planteo una crítica a los servicios públicos seguramente reforzados, sino a muchos de sus habitantes. Los primeros que han de esforzarse por sentirse orgullosos de un barrio son sus vecinos y para ellos han de aprender hábitos y rechazar conductas inadecuadas como sacar basura a cualquier hora, abandonar muebles y todo tipo de objetos o simplemente ensuciar el espacio público. Los científicos sociales hablaban de metting pot, como crisol de poblaciones heterogéneas cuando describían algunos barrios de las grandes ciudades. Nuestro casco tiene también esa característica lo que supone una gran riqueza cultural pero eso dificulta el sentimiento de identidad. Por ahora no es un casco para los turistas o un lugar afable para el paseo. Y mientras sus habitantes, principales interesados, no se lo planteen, cualquier esfuerzo añadido será casi inútil.Profesor de universidad