Veo estos días con agrado la adaptación televisiva, serial de La verdad sobre el caso de Harry Quebert, inspirada en la novela de Joël Dicker, que fue un éxito mundial. Después, el autor ha repetido ese mismo o parecido éxito con La desaparición de Stepanie Mailer, probablemente condenada a convertirse asimismo en serie de televisión.

En la entrega de Harry Quebert, con claras concomitancias con el Tween Peaks de David Lynch, había suficientes recursos narrativos como para valorar la obra desde ese punto de vista artístico. La relación del viejo escritor con el joven, y sobre todo, la relación del veterano Harry con la jovencísima Nora presentaban ambigüedad y profundidad.

No así las relaciones entre los personajes que buscan desesperadamente a la heroína muerta en La desaparición de Stephanie Mailer. En esta nueva novela, el ánimo del autor es, como la enjundia del protanista y de la mayor parte del elenco, mucho más superficial. La trama, artificialmente alargada, abundante en giros más gratuitos aún, sin una causa clara de fondo, sin un hondo anclaje en aspectos ya no éticos o morales, sino procedimentales, criminalísticos, de la narración es, un puro fuego fatuo.

Entretenida, eso sí, pues abundan las peripecias, los equívocos, las falsas pistas, los sospechosos, de manera que el ánimo del lector, como sucede con los capítulos fragmentados de las series televisivas, queda en suspenso, apresado de un nuevo dato o de la aparición de un personaje imprevisto que venga a refrescar y a complicar el argumento original abriendo nuevas subtramas o ramas al árbol narrativo ambientado en Orphea, un pueblo cercano a Nueva York. Donde, claro está, nadie será lo que aparenta. Multitud de personajes, políticos, actores, policías, amas de casa, bomberos, pandilleros y secretarias entretienen la acción con pólvora mojada, hasta derrengar la tensión de la trama, derrengar al lector y tirar de él como de un yugo hasta el absurdo final de esas 647 páginas a las que les sobran la mitad.

Ojalá el primer y brillante Joël Dicker no se convierta en otro caso de vulgarización comercial, como mucho me temo se viene planeando.