Hace 40 años, el mundo asistía atónito a la inédita dimisión de un presidente de EEUU. Richard Nixon se iba por unas graves acusaciones del escándalo del Watergate. La investigación periodística de Bob Woodward y Carl Bernstein fue determinante y abrió una edad de oro para el periodismo de investigación. Con el paso del tiempo se ha planteado si las revelaciones de Watergate fueron resultado de una paciente investigación periodística o de unas calculadas filtraciones. Sin duda, la tenacidad de los dos periodistas fue importante, pero más aún la voluntad de su director y de las empresas de The Washington Post y The New York Times de publicar las revelaciones. El caso Watergate demostró lo importante que es una prensa independiente para la democracia. Cuatro décadas después, la democracia en EEUU y en todo el mundo está enferma y los medios han --hemos-- bajado la guardia. El sufijo gate se aplica a cualquier escándalo, pero las investigaciones quedan a medio camino. La lección del Watergate se ha olvidado.