Ayer, Rajoy, Maillo y Hernando aparecieron con unas caras tan largas que casi daba pena verles. El presidente (del Gobierno y del PP) se fue a jugar en casa (entrevista en la COPE), pero sus explicaciones no se las creyó ni él. Sobre todo porque la sentencia de la Gürtel no solo involucra con absoluta claridad al PP en una trama de corrupción sino que cuestiona directa y explícitamente la sinceridad de nuestro buen Mariano cuando declaró como testigo. Muy jodida tiene la cosa el partido conservador. Todos sus tesoreros, la mayoría de los ministros de Aznar, presidentes de Madrid y de Valencia, altos cargos variados de ayer y de hoy... están imputados, condenados o en el talego. Y la cosa está lejos de acabar.

Cómo de desesperados tienen que estar en Génova, que ayer el argumentario de la casa intentaba afrontar la sentencia en cuestión usando de muleta ¡el chalet de Iglesias! Aunque, claro, solo los peperos más acérrimos podrían equiparar la mamarrachada (privada y legal, ojo) del de Podemos con la existencia probada de una trama criminal dedicada a saquear el erario. Ahí no cabe poner en marcha el ventilador. En realidad no cabe en ningún caso, pues aunque el PSOE también haya de hincar la rodilla por el caso de los ERE, la ciudadanía ya no admite que le vengan tapando un latrocinio con otro. El PP ha subido demasiadas veces al podio de la corrupción, y eso no se puede justificar ni con referencias al clientelismo sociata en Andalucía ni con las (aún presuntas) maniobras para financiar el Procés. Cada cual habrá de responder de lo suyo, pero la gran derecha ha batido demasiados récords. ¡Por favor... si la lista de invitados a la boda de Ana Aznar se ha convertido en una especie de quién es quién del choriceo fino!

Esto le pilla al PSOE tocado y fuera de onda, a Podemos condicionado por una dirección carente de luces... y a Ciudadanos en plena forma, por mucho que Rivera se pase a veces de frenada, o más bien de acelerón. Las Españas están en un buen apuro. Demasiado oportunismo, demasiado sectarismo, demasiada codicia y demasiados sinvergüenzas.