El anticipo electoral sine die en Cataluña remueve las convocatorias autonómicas del País Vasco y Galicia que deben celebrarse este mismo año, condiciona la política nacional y sirve de argumento perfecto a otros movimientos.

Tres convocatorias electorales distintas y alejadas en el tiempo de las tres comunidades históricas convertiría el año 2020 en una interminable procesión de ministros por el norte español con sus correspondientes promesas inversoras. Restaría al Gobierno su efectividad en la proyección internacional y económica, prioridad según la conformación ministerial junto con la reacción frente a la España interior.

El lendakari Urkullu asume que, aunque la política catalana nos les condiciona directamente, sí que lo puede hacer a otros, refiriéndose al Gobierno de Sánchez, que necesita el apoyo de ERC para aprobar los Presupuestos Generales del Estado, y a su vez es determinante para el traspaso de transferencias pendientes hasta completar el Estatuto con la salvedad de la Seguridad Social. Ya avanzó Aitor Esteban que para progresar en el diálogo hace falta darle al Gobierno de la Nación el oxígeno de los presupuestos.

Si el presidente vasco decide el adelanto primaveral de las elecciones, esa referencia no será ajena a Galicia porque en los tres últimos comicios coincidieron en fecha en los dos territorios. No sería extraño que volviera a suceder, Núñez Feijoó no puede esperar a que el efecto Vox perturbe a sus tres mayorías absolutas, la última de ellas con el 47% de votos. Además, resolver con prontitud el desempeño de la siguiente legislatura, aprobando unos presupuestos a tiempo, ayudaría a un evento clave como el Xacobeo 2021, sin decisiones contradictorias o urgentes.

Desde el ámbito nacional, este calendario es también la excusa perfecta para intentar volver a articular el España Suma o el Mejor Unidos, y de paso continuar la purga interna en sus partidos. Las ideólogas del proyecto, Cayetana Álvarez e Inés Arrimadas, tienen objetivos diferenciados. Mientras que la primera quiere dilapidar todo el reformismo político de Alfonso Alonso, la segunda enmascararía así las dificultades por las que atraviesa su partido en Cataluña bajo la dirección de Lorena Roldán. El principal damnificado de este movimiento sería el portavoz popular Alejandro Fernández, figura en crecimiento en el ámbito conservador catalán y que sería sacrificado, lo que jamás le ocurriría a Feijoó, porque él gana, incluso con demasiada holgura para algún dirigente nacional.