El presidente de la Generalitat no parece saber bien cómo salir del órdago en que se metió, por su propia cabeza o por la de algún asesor escondido pero influyente, anunciando que Cataluña pronto sería un Estado independiente.

Sorprendió lo suyo que ese anuncio lo hiciera un partido nacionalista desde un Gobierno del que forma parte IU. Antes, hubiera sido inexplicable que un partido de opción territorial como Convergencia pudiera emprender tamaña decisión de gobierno contando con la ayuda de otro, ERC, típicamente clasista y de ideas respetables si se ejercen democráticamente pero incompatibles a mi juicio, con las de Convergencia y no digamos con las de Unió.

Hace ya tiempo que el ideario de cada partido no se confronta con los de otros, antes de decidir si pueden o no coaligarse electoralmente; cada partido de los que se vinculan así electoralmente suele afirmar que su pensamiento político se mantendrá indemne y sin más escrúpulos, se formaliza la coalición, porque lo que importa es hacerse con el poder o con alguna de sus partículas, a costa de las ideas que se decían más queridas.

Como en política siempre hay elecciones próximas, ello hace que los dirigentes de los partidos (más, mucho más que sus confiados militantes) cada vez presten mayor atención a las exigencias tácticas de las elecciones inmediatas y menos al ideario guardado en algún secreter; son aquellos menesteres y no estos idearios, los que sirven de brújula para el camino a seguir. Tanta convergencia, podría desembocar o en un partido único o en una miríada de agrupaciones, llámense partidos o llámense cómo guste, que haga de la democracia un nuevo género de palimpsestos.

PERO LA DEMOCRACIA que promete observar el partido ganador, no cabe que sea tenida estrictamente en cuenta para gobernar el día a día. He citado más de una vez, prescindiendo de dar nombres porque sueños todos podemos tenerlos, el caso de un grupo que aspiró hace ya bastante tiempo, a gestionar el ayuntamiento zaragozano, comprometiéndose (teóricamente) a consultar con la ciudadanía las decisiones que fuera preciso tomar, incluso convocándola al efecto, sin decir dónde... No sacaron ni un edil.

Artur Mas, tras tantas reacciones como ha ido ocasionando, parece que busca una salida razonable a fin de escapar del propio empeño con cierta dignidad y alguna ganancia. No sé si ello será posible porque el suelo que pisa es algo más peligroso que un simple barrizal. Aunque parece que ya no quiere ir tan lejos como apuntaba no hace mucho, ahora cultiva titulares más prudentes; daré un par de indicios expresivos de la desorientación que sufre:

-Un día reclamaba un proceso dialogado con los populares sobre la consulta soberanista para hacerla "de forma pactada" o sea, sin que intervinieran "con voz" el resto de los partidos y con voto, el conjunto del pueblo español.

- Otro día, anunció que "deja en manos del Rey la iniciativa sobre Cataluña" sin mayores especificaciones y eso también, perdonándole la vida porque "afirmó que no le ha pedido audiencia para no ponerle en un compromiso" que sin embargo, no podría ser otro que el de pedirle a Mas que procure algo constitucionalmente viable; Mas debe comprender que sería insólito ignorar de iure o de facto, artículos como el 1, el 2, sobradamente conocidos y el 138, cuyo apartado 2 dice sencillamente que "las diferencias entre los estatutos de las distintas comunidades autónomas, no podrán implicar en ningún caso, privilegios económicos o sociales".

Entre las comunidades autónomas no hay jerarquía; todas ostentan los mismos poderes y valores, aunque tres de ellas recibieron un trato privilegiado a la hora de establecerse (Disposición transitoria segunda de la Constitución). Fue una imposición pactada extramuros de las cámaras legisladoras y difícil de justificar, pero así lo quisieron UCD y PSOE.

Entendería razonable que todos comprendiéramos de una vez y a ser posible para siempre, que la unidad del Estado español, la deseable grandeza de España entera y la libertad de ciudadanía e instituciones son las que reconoce nuestra Constitución; esa es su común, justa y única medida.