La aventura política catalana y las desventuras de España hay que tomarlas con buen humor y la intuición de que, más que un thriller, se trata de una teleserie, con nuevos episodios y personajes que se van incorporando a los capítulos. Como el propio Quim Torra, hace cuatro días un perfecto desconocido y hoy portada y famoso incluso en la Casa Blanca, desde donde el propio Trump aconseja a Pedro Sánchez invertir más dinero en defensa que tiempo en Cataluña.

Sin embargo, el guión de la telenovela de la Generalitat está un tanto bloqueado, debido a la rigidez del personaje de Torra. Un teleñeco que siempre hace los mismos gestos y repite una y otra vez las mismas frases o mantras.

Los guionistas de Moncloa quisieran dotarle de más registros vocales y escénicos, pero Torra, como uno de esos antiguos títeres de madera que sólo movían los brazos, no se menea de su posición, pese a lo cual pretende ocupar toda la escena y protagonizar la obra.

El nuevo director de la serie, Pedro Sánchez, que ha sustituido al anterior, Mariano Rajoy, anunciando cambios en la propia cadena, va a tratar de convencer a Torra de que algunos de sus diálogos soñados son en realidad monólogos. En especial, el del referéndum de independencia. Una medida, la de esa hipotética consulta, no contemplada en la Constitución española y, por tanto, imposible de incorporar a la práctica política.

Para que Cataluña o cualquier Comunidad Autónoma pudiera decidir su futuro en un horizonte de autodeterminación habría que reformar la Constitución con un amplio consenso.

¿Se hará? A corto plazo, no parece, por lo que esa línea de guión, la que le gustaría recitar a cámara a Quim Torra, ha quedado tachada de la escaleta.

Sánchez, siguiendo el ejemplo de Hollywood en cuanto a los finales felices, apunta a cambiar el final de la teleserie catalana con un desenlace feliz. Los independentistas, finalmente, tornarán a la senda constitucional y accederán a gobernar una Generalitat normalizada en el ámbito competencial de un Estado de Derecho más que generoso con los poderes catalanes. No supondría ni mucho menos un paso atrás en la estrategia de PdeCAT y Esquerra, sino, por el contrario, una nueva estrategia, el impulso para regresar al futuro. ¿Sueño, ficción, realidad, reality? Volvemos en septiembre...